Peleas de pareja: consejos para tener una discusión saludable y no una guerra

Más allá de las historias personales y del tiempo que lleven juntas las parejas, hay una serie de temas conflictivos que, por lo general, son los mismos: el dinero, la familia del otro, los celos, el tiempo libre, los hijos, la carrera o el trabajo, las tareas hogareñas, los intentos de cambiar al otro, los detalles y la trampa de querer tener razón.

Estar siempre bien de ánimo suele ser apenas una máscara que oculta las miserias que van por dentro. Y estar siempre de acuerdo en todo con la pareja, de hecho, ni siquiera es del todo normal.

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“La gente que cree que sus  relaciones están libres de conflicto suele engañarse a sí misma, solo están ocultando los problemas”, afirman Mark Michaels y Patricia Johnson, pareja de co-autores del libro “Designer Relationships” (relaciones de diseño), donde recomiendan formas de mantener sana una relación, tanto monogámica como poligámica o abierta.

La vida en pareja no es siempre armónica. Los desencuentros y las discusiones suceden a menudo.

Pelear es inevitable e inclusive es sano, pero también debería tener sus reglas, para evitar que todo acabe de un modo irreparable.

Justamente la idea de que alguien debe ganar en la duiscusión es uno de los problemas más serios a enfrentar. Si alguien “gana” eso significa que alguien “pierde”. La victoria entonces implica gente rota. ¿Y quién quiere en realidad “romper” a la persona que ama?

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Sin embargo, hay formas de detener una pelea cuando vemos que está se nos está yendo de las manos. Los expertos recomiendan algunas técnicas. Por ejemplo, en las prácticas sadomasoquistas existe lo que sus adeptos llama la “palabra de seguridad”. La pareja establece un código, una palabra determinada -puede ser cualquiera- que significa, en el contexto de esa relación, “hasta aquí llegamos”. Si en mitad de una sesión de dominación, él grita “no, por favor, basta”, ella continuará con los latigazos. Pero si él dice “termotanque” (asumiendo que esa es la palabra segura pactada), el dolor se detiene.

Una mecánica similar es muy recomendable para cualquier discusión: comprometerse a un código que, cuando uno de los dos lo utiliza, obliga a ambos a detenerse antes de que la violencia escale.

El libro de Michaels y Johnson incluye un consejo que suena inusual, pero que tiene sentido: no discutir grandes temas en el calor del momento. Programar la discusión, agendar el momento del “tenemos que hablar” para un futuro cercano, pero que les permita a ambos un tiempo amplio de reflexión. Y, para cuando la tensión explota de manera inevitable, proponen soluciones no verbales, como por ejemplo quedarse en silencio mirándose a los ojos hasta que baje la presión.

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Las discusiones tóxicas se pueden prevenir. Uno de los motivos que prende la llama de la discusión es decirle algo a la pareja en el lugar y el momento menos indicado. En cambio si se hace en el lugar y momento adecuado, habrá menos tensión y fluirá mejor el diálogo.

Como resumen podríamos decir que para conseguir enfrentarse a las discusiones sin “romper todo” por una discusión podemos aplicar estas reglas:

1. Hacerse cargo de lo que uno siente sin echarle la culpa al otro.
2. Aprender a poner límites.
3. Ser asertivo (plantear las cosas en primera persona y afirmativamente).
4. Ser flexible.
5. Saber negociar sin resignar ni tratar de imponerse sobre la pareja.
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