Falleció Zygmunt Bauman, un gran pensador de nuestro tiempo

 

A los 91 años falleció quien fuera uno de los grandes pensadores de las últimas décadas, autor de una tan extensa como profunda obra que sería absurdo tratar de encuadrar en una rama de las ciencias sociales.

Zygmunt Bauman fue, en efecto, un pensador de nuestro tiempo que trascendió rótulos como el de filósofo o sociólogo.

A partir de su brillante concepción de la modernidad como “líquida” planteó la idea de un mundo donde todo se nos escurre como arena entre los dedos.

Donde cada persona ha sido librada a sus propias –y cada vez más escasas- posibilidades de atender sus necesidades mínimas.

Donde el ciudadano se convirtió en consumidor.

Donde el poder y la riqueza se han concentrado de un modo brutal –y se siguen concentrando de manera creciente- mientras la vida de la inmensa mayoría de los seres humanos apenas figura en la agenda de la dirigencia.

Bauman prácticamente no dejó tema significativo de la vida social sin abordar en sus más de 50 libros y numerosos ensayos.

Desde nuestros miedos hasta el amor, desde las instituciones a los privilegios, desde la cultura y el arte a las tantas vidas desperdiciadas de los excluidos, desde los daños colaterales –macabro concepto tan arraigado en las políticas de estado imperantes- a la ceguera moral. Cada problema humano fue analizado y expuesto con la ya señalada perspectiva de la liquidez, en un mundo donde la noción de felicidad dejó de ser una aspiración –por más utópica que fuese- del conjunto social colectiva para convertirse en una lucha desesperada por la salvación individual.

He tenido la suerte de leer un par de decenas de libros suyos, todos escritos en un lenguaje sencillo, llano, por alguien que –más allá de su profunda erudición- fue capaz de poner sus ideas al alcance de quien quisiera escucharlas.

Debo agradecerle efusivamente por hacerme pensar, por ayudarme a cuestionar, comenzando por mis propios pensamientos, todo esquema cerrado o dogmático y por proveerme de innumerables citas para trabajos académicos a los que su enfoque siempre enriquecía con una visión diferente.

A modo de pequeño homenaje se reproducen abajo algunos magníficos párrafos de “Ceguera moral”, donde Bauman resume varias de sus ideas centrales.

Hace algo más de un año escribí que el título de esa obra –una de las últimas suyas publicadas en la Argentina- sintetiza en apenas dos palabras la profundidad de la crisis en la que está inmersa la humanidad. En ella se resalta la indiferencia, la profunda insensibilidad hacia los demás que predomina en las personas y la consiguiente naturalización del mal en sus peores facetas.

Añadí que la ceguera moral brinda una garantía de impunidad para los pequeños grupos que concentran el poder y la riqueza. Ello pues no se trata tan solo de la falta de valores, principios o conceptos éticos sino de la violación constante de los derechos de las personas por el abuso desmesurado y creciente que, desde el punto de vista sistémico, empieza en esos segmentos privilegiados para luego trasladarse –en la medida de la cuota de poder que muchos alcanzan en distintos rangos y con diferentes alcances- hacia debajo de la pirámide social.

Vayan pues estos breves y contundentes párrafos de un maestro cuyas reflexiones seguirán ayudándonos a pensar:

“Vivimos en un mundo en el que los contrastes de poder y riqueza aumentan constantemente, mientras que las diferencias en seguridad ambiental declinan a ritmo constante; hoy Europa, Estados Unidos y Africa son igualmente inseguros… Todo está atravesado por la ambivalencia… tratar de interpretar este mundo en términos de las categorías de bien y de mal, las ópticas social y política en blanco y negro… resulta imposible y grotesco.”

“El mal no se limita a la guerra o a las ideologías totalitarias… se revela con mayor frecuencia en la ausencia de reacción ante el sufrimiento del otro, el negarse a comprender a los demás…”

“…la triste verdad es que (el mal) habita en cada ser humano sano y normal.” “…la insensibilidad moral inducida tiende a convertirse en un estado permanente y casi universal…”

“Con ciudadanos entrenados para buscar la salvación en los mercados de consumo, los políticos pueden (o se ven empujados, arrastrados, obligados a) interpelar a sus votantes en primer lugar como consumidores y, en un segundo y lejano lugar, como ciudadanos…”

“Qué seguro y cómodo, acogedor y amistoso parecería el mundo si sólo los monstruos perpetraran actos monstruosos”.

“La historia jamás puede entregarse únicamente a los políticos, independientemente de que sean democráticos o autoritarios. No es propiedad de una doctrina política o de un régimen a la que sirve… es el diseño simbólico de nuestra existencia y las decisiones morales que adoptamos cada día.”

“La misión de los supervivientes del Holocausto es ayudar a la salvación de nuestro mundo de otra catástrofe de carácter y magnitud similares… a estar atentos a las tendencias horripilantes y asesinas –ocultas pero muy vivas y resistentes- erigidas en los mismos cimientos de nuestro modo de coexistencia….”

“…una persona sana y normal puede convertirse por un tiempo tanto en un idiota moral como en sociópata sádico capaz de matar lentamente a otro ser humano, o en alguien que no muestra empatía ante el sufrimiento de otro ser humano torturado…”

“La rutinización de la violencia y el asesinato durante las guerras conduce a un estado en el que la gente deja de responder a los horrores de la guerra… los incesantes escándalos políticos disminuyen o inhiben la sensibilidad moral y política de la gente. Para que algo agite a la sociedad tiene que ser realmente inesperado o inequívocamente brutal… lo rutinario no estimula a nadie.“

“…(hay) dos elementos conectados y mutuamente dependientes: el exceso de violencia y brutalidad verbal y visual reflejada en los medios y la práctica sádica y masoquista de los comentarios políticos que menosprecian a los demás y a uno mismo…

“…estamos en peligro de perder nuestra capacidad de comprender lo que sucede en el mundo y empatizar con quienes sufren (porque) existe una vida cuyo ritmo está dictado por las guerras de audiencia y los ingresos de los medios en un tiempo-velocidad en el que la información envejece antes de asentarse… una vida en la que todos nos apresuramos bajo la tiranía del momento.”

“Bajo la tiranía del momento… el horror de la inundación o el terremoto aislado es una mejor opción para la acción que el crecimiento lento pero constante de la desigualdad… es más probable que un único acto de crueldad empuje a una multitud de manifestantes a las calles que las dosis de humillación e indignidad monótonamente sufridas día a día por los excluidos, los sin hogar, los degradados.”

“Un asesinato atroz o una catástrofe golpean las mentes y los corazones con más fuerza que el continuo e imparable tributo pagado por la humanidad en vidas perdidas o destruidas por el monstruo de la tecnología y el mal funcionamiento de una sociedad progresivamente indiferente, insensible, apática y despreocupada, consumida por el virus de la adiaforización.” (Nota: adiáfora es situar ciertos actos humanos fuera de toda idea de obligación moral).