Cómo detectar los monólogos cómplices que nos llevan a comer mal

Descubre formas de hacer callar las malas voces de la cabeza que incitan a mantener una mala alimentación y a optar por una dieta más saludable.

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“Hoy me merezco una buena porción de torta porque tuve un día pésimo en la oficina”; “Me como tres medialunas, total mañana empiezo la dieta”. ¿Te suenan conocidas estas frases? A estas ideas las llamo “monólogos cómplices”: frases que nos decimos para justificar que vamos a comer de más. La pregunta es: ¿podemos detectarlas para desarticularlas y que no entorpezcan nuestro camino hacia un estilo de vida más saludable? Por supuesto que sí.

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Identificar los pensamientos internos reiterados que nos impulsan a seguir comiendo de manera no saludable y facilitan el exceso, es fundamental. Si alguien quiere cambiar el estilo de vida, el peso o la salud, necesita estar familiarizado con su patrón habitual de diálogo interno: al prestar atención a lo que pensamos de nosotros, de los demás o de la comida, podemos cambiar nuestro comportamiento. Para poder manejar la conducta alimentaria se necesita poder reconocer qué tipos de pensamientos tenemos, qué nos decimos. Pero veamos cómo funcionan: los monólogos cómplices nos colocan una alfombra roja para comer. Nos facilitan seguir comiendo sin cuestionamientos, por lo menos en ese momento.

Los monólogos cómplices pueden ser una herramienta sumamente potente para percibir, antes de comer un alimento, la razón que motiva la ingesta

Monólogos cómplices

Es importante saber que son 5 los tipos de monólogos cómplices que se utilizan con mayor frecuencia:

1) Negativos: “Como no estoy delgada como esperaba, entonces me como todo”. Se relacionan con la persona, con el “no puedo, no sirvo, no valgo nada”. Son pensamientos catastróficos.

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2) Positivos: “Si no como algo dulce, no me voy a poder dormir”. Toman en cuenta ciertas cualidades de las comidas: que aportan calma o brindan una gratificación inmediata, por ejemplo. Están relacionados con el hambre emocional y nos permiten quedar en la zona “cómoda”.

3) Permisivos: “Finalmente, no creo que tenga tantas calorías”. Son muy frecuentes; minimizan demasiado los obstáculos al descenso de peso.

4) Acerca del control sobre la comida: “Soy adicto a las harinas”. No es fácil modificar estos pensamientos, ya que la gente acepta como verdad absoluta la idea de que la comida es una adicción y que, por lo tanto, no es posible controlarse o autorregularse.

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5) Mágicos: “Cuando me pongo las pilas, bajo todo lo que quiero”. Son muy frecuentes, sobre todo en hombres. Asumen que controlar el propio peso es una nimiedad, que no lo han logrado porque no lo han decidido. Suponen que no implica dificultades, sino fuerza de voluntad.

Cuando los conocemos, los monólogos cómplices pueden ser una herramienta sumamente potente para percibir, antes de comer un alimento, la razón que motiva la ingesta. Si el motor es uno de estos monólogos cómplices, contrarrestarlo con un monólogo positivo puede hacernos sentir mejor y ayudarnos a manejar nuestras emociones sin llevar comida a la boca cuando tenemos hambre de “algo más”.

  • Fuente: Dra. Mónica Katz. Médica especialista en nutrición. Directora del Centro Dra. Katz, de la Carrera de Especialista en Obesidad y del Posgrado en Nutrición de la Universidad Favaloro.

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