España: impresionantes acantilados vascos para recorrer sin prisa y maravillarse

Seguí la ruta desde Hondarribia y contemplá los acantilados más imponentes del País Vasco

acantilados vascos
Actualizado: 16 de junio de 2022

En solo 20 kilómetros de la costa guipuzcoana, entre Hondarribia y Pasaia, se extiende el paisaje más espectacular del litoral vasco, con rocas imponentes que guardan la huella del paso del tiempo.

acantilados vascos

La costa de Jaizkibel te invita a admirar los monumentales acantilados de la zona, solo accesibles por mar o a pie.

Jaizkibel es de una belleza increíble, con una naturaleza sorprendente refugiada en sus fondos marinos. Paisaje erosionado por el viento y el agua, con una disposición paralela a la costa, las caídas hacia el mar son muy abruptas en la parte occidental, con acantilados de hasta 240 mts de altura.

acantilados vascos

El camino se inicia donde el Bidasoa marca su desembocadura. Allí se abre la bahía de Txingudi, dejando el territorio francés en la orilla oriental.

Playas de Hendaya

A su playa kilométrica se asoman las casas del siglo XIX de Hendaya, decoradas con vivos colores que resaltan vigas, contraventanas y galerías.

En la otra orilla de Txingudi se asoma la guipuzcoana Hondarribia, un antiguo paso estratégico que todavía se esconde tras su muralla.

Hondarribia

Para revivir su pasado medieval lo mejor es entrar en el casco antiguo por la puerta de Santa María, imaginando cómo se movían los goznes y cómo sonaba el puente levadizo que permitía penetrar intramuros.

En la calle Mayor, los aleros, los escudos blasonados y los balcones de hierro forjado, ennoblecen los caserones.

casco antiguo

Sobre restos de la muralla fue construida la iglesia de Santa María de la Asunción y del Manzano. Cerca se abre la plaza de Armas, en la que antes se reunían las tropas y hoy culminan los festejos. A esta plaza da la fachada del castillo de Carlos V, hoy convertido en Parador.

En Hondarribia se dice que en la antigüedad, la pintura sobrante de las barcas de pescadores se utilizaba para darle color a las casas del barrio de la Marina, de estética y ambiente pesquero, y animado por tabernas que invitan a degustar recetas de pescado.

plaza mayor

Apenas a 5 km del pueblo se halla la ermita de Guadalupe, muestra del vínculo de la gente de esta tierra con el mar. La patrona de Hondarribia se guarda en esta iglesia de la que sale en romería cada 8 de septiembre.

El faro Higuer marca el primer saliente destacado de este litoral. Además, es un magnífico mirador al monte Jaizkibel, el más alto de la costa cántabra.

Cabo Higuer

El trayecto brinda todo un espectáculo geológico gracias a la formación rocosa conocida como flysch.

Gestado bajo el mar, como atestiguan los abundantes fósiles, en el flysch se alternan capas de rocas duras (areniscas, calizas, pizarras) con otras blandas (margas, arcillas).

fosiles marinos

Al incidir más la erosión sobre unas más que otras, se crean formas insólitas, junto a una rica gama de colores. Jaizkibel alberga otras formaciones, como las paramoudras, unas esferas de roca de hasta un metro de diámetro. Se trata de concreciones de sílice de origen orgánico y son las mejor conservadas en el mundo.

A medida que se avanza por Jaizkibel, sus habitantes naturales van surgiendo al paso, sobre todo aves, pero también reptiles e invertebrados, pues el monte alberga un centenar de especies que se refugian entre las oquedades.

pasai ciudad portuaria

Pero no todo queda en tierra y esa diversidad natural se prolonga bajo el agua donde se esconde otro tesoro de Jaizkibel: el paraíso subacuático rico en vida marina que habita en los fondos. La carretera se desliza hacia el otro lado del monte. Allí está la portuaria Pasai Donibane (Pasajes de San Juan), con su estrecha ría creada en la desembocadura del río Oiartzun.

Una única calle empedrada al borde de la ría articula su trazado, donde la plaza de Santiago es la zona más abierta y con más historia.

El viaje finaliza al fondo de la bahía, en la que se asienta el coqueto pueblo de Lezo. Su basílica guarda la imagen de un Cristo bizantino, por la que guardan enorme devoción, ya que los balleneros consideraban que era milagrosa y a ella se encomendaban antes de enfrentarse a los colosos marinos.

Lezo

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