Rostros “plastificados”: advierten que el botox afecta la expresión emocional

rostros plastificados

Las emociones se llevan a las patadas con el botox y el exceso de bisturí. En la era de las caras “plastificadas”, el amplio abanico de expresiones que uno podía leer en un rostro se ha empobrecido. Muchos famosos, fanatizados con las nuevas técnicas de “belleza”, han terminado entregando al mundo caras congeladas, inamovibles, incapaces de transmitir que algo les pasa.

En Hollywood es casi una epidemia. Los rostros de muchas celebrities están literalmente paralizadas por inyecciones de toxina botulínica o bótox que, con el objetivo de eliminar la formación de arrugas y esconder los años, han deformado a más de uno.

Pero, según una reciente investigación de la Escuela Internacional de Estudios Avanzados en Trieste (SISSA), de Italia, no es sólo la falta de expresión lo que pierden los que se aplican el procedimiento: también se les afecta la habilidad de entender las expresiones faciales de otras personas, una herramienta humana indispensable para la comunicación y la interacción social.

El Botox, dicen los científicos, bloquea temporalmente la llamada retroalimentación propioceptiva, un proceso que nos ayuda a entender las emociones ajenas reproduciéndolas en nuestros propios cuerpos.

La toxina botulínica sigue siendo la intervención estética más común de todas para hombres y mujeres, según las estadísticas de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética.

Las inyecciones de Botox son el procedimiento de cirugía estética más frecuente en el mundo. Y poco se habla de sus efectos secundarios. Una consecuencia inesperada está relacionada al campo de las emociones, en particular la percepción de la información emocional y las expresiones faciales.famosos

“La parálisis de los músculos faciales -afortunadamente temporal- causada por esta toxina afecta nuestra habilidad de interpretar el significado de las expresiones faciales de otras personas”, explicó Jenny Baumeister, directora de investigación científica de la SISSA y directora del estudio.

Es que el procesamiento de la información emocional, como las expresiones faciales, involucra en parte la reproducción de esas mismas emociones en nuestros propios cuerpos. Por ejemplo, cuando observamos a alguien sonreír, nosotros también tendemos a sonreír, frecuentemente de una manera imperceptible y automática, a medida que tratamos de interpretar esa expresión.

Cuando alguien sonríe, nosotros también sonreímos de manera casi automática e imperceptible, lo que nos ayuda a descifrar el estado de ánimo de la otra persona. Sin embargo, si nuestros músculos faciales están paralizados con bótox, el proceso para descifrar la expresión emocional ajena se puede volver más difícil.

Tomemos el caso de una conversación normal entre dos individuos, donde el mutuo entendimiento es vital para garantizar una adecuada interacción social. El no poder captar las sutilezas emocionales o los cambios súbitos en el estado de ánimo de la otra persona puede ser la diferencia entre una comunicación exitosa o un verdadero fracaso.