Oficinas saludables: claves de un entorno de trabajo que cuide a la gente

El reto que enfrentan las empresas del siglo XXI se centra en resolver la paradoja que plantea el actual trabajo del conocimiento. Por un lado, requiere el desarrollo de nuevas habilidades cognitivas y renovados perfiles profesionales. Por el otro, buscar maneras de resolver un problema creciente en todo Occidente: el estilo de vida sedentario atenta contra el bienestar físico y mental del hombre moderno y las compañías tienen mucho que hacer al respecto.

Para muchas personas, una caminata diaria es esencial para poner en orden las ideas, despejar la mente o, tal vez, encontrar un destello de inspiración. Existen abundantes pruebas que sugieren que caminar -y hacer ejercicio físico en general- se asocia con un aumento de la productividad y la competencia en tareas creativas.

En un mundo donde los dispositivos digitales casi se han convertido en nuestro alter ego, la práctica del ejercicio físico tiene un plus adicional: nos aleja de televisores, computadoras, smartphones y consolas, y nos acerca a nuestra realidad orgánica y natural.

La actividad física es una excelente manera de alejarnos de las pantallas, que insisten en ocupar todos los lugares y espacios que estaban felizmente “vacíos”

Los beneficios de estar en movimiento

El ejercicio físico tiene múltiples beneficios para la salud: mejora el sistema cardiorrespiratorio, aumenta la densidad mineral ósea, disminuye el riesgo de padecer enfermedades degenerativas y mejora la función cognitiva.

Varios estudios que han demostrado que el ejercicio físico ayuda a desarrollar y proteger la función cerebral, sugieren que los individuos físicamente activos presentan un menor riesgo de desarrollar trastornos mentales en comparación con los que son sedentarios. Esto demuestra que el ejercicio físico también incide en el bienestar psicológico, ya que una buena condición física se relaciona con los estados de ánimo positivos, el aumento de la autoestima y la disminución de los sentimientos negativos, la ansiedad y el estrés.

La experiencia de empresas que incluyen programas para que los empleados caminen más, usen las escaleras en lugar del ascensor o realicen ejercicio físico intensivo, han demostrado la relación positiva entre la práctica de ejercicio físico y el aumento del rendimiento laboral.

Promover en las organizaciones un estilo de vida saludable que estimule la actividad, mejore las habilidades cognitivas, la innovación y la productividad de los empleados

Promover el movimiento en la oficina

Las empresas pueden ayudar a mejorar la salud de los trabajadores a través del establecimiento de una cultura corporativa que incentive las conductas saludables. Muchas organizaciones ofrecen instalaciones para desarrollar actividad física (gimnasio con aparatos, clases de yoga, etc.) y fomentan una alimentación más sana incluyendo opciones de alimentos saludables en la cafetería de la empresa.

 

Contract Workplaces, compañía dedicada al diseño, conceptualización y construcción de espacios de trabajo, propone algunas estrategias que se pueden implementar en la oficina para poner el cuerpo en movimiento:

Utilizar equipamiento ajustable. Para favorecer las posturas saludables y recuperar la participación de todo el cuerpo, las superficies de trabajo deben ofrecer la opción de ajustar su altura a fin de poder realizar las tareas en distintas posiciones.

Cambiar de posición periódicamente durante el día. Crear ámbitos donde los trabajadores puedan moverse, sentarse y descansar con comodidad reporta grandes beneficios: mejora la productividad y disminuye la tasa de ausentismo por enfermedad.

Promover el ejercicio activo. Ofrecer la opción de hacer ejercicio mientras se realizan las tareas diarias, incorporando diferentes elementos como bicicletas fijas y cintas para caminar, permite hacer ejercicio sin interrumpir el trabajo.

¡Estar sentados nos mata!

Las investigaciones muestran que estar sentado por largos períodos de tiempo produce un aumento del riesgo de desarrollar enfermedades que afectan al organismo en general, y eleva el riesgo de mortalidad desde un 15% (para las personas que están sentadas más de 8 horas al día) hasta un 40% (para los que no se despegan de la silla por más de 11 horas diarias).