Familias loft: la importancia de delimitar espacios entre padres e hijos

Alejandro Schujman, psicólogo especializado en adolescentes, nos ayuda a pensar por qué es clave que haya espacios de diferenciados al interior de la familia, y por qué las “puertas” que separan los lugares de padres e hijos y adultos y niños hacen mucho bien a todas las partes.

Una paciente (madre primeriza) me cuenta con gran entusiasmo que
consiguió la solución para su problema. Hace unos minutos compró por Internet una cuna “Colecho”. Frente a mi cara de asombro, muta su entusiasmo y antes de cualquier devolución mía argumenta:

– “Es bárbaro porque la bebé (que ya tiene, aclaro, 1 año y 3 meses) ya no está en la cama con nosotros. Es un espacio diferenciado, solo que una de las paredes de la cuna se repliega y estamos todos juntos. En realidad juntos no, pero…”

No más palabras… El adentro, el afuera, los espacios propios, los limites dentro de las casas, familias loft…

“A la hora de comer terminamos todos encimados”, me cuenta un joven padre con 4 hijos pequeños que comen más rápido que ellos y, finalizado el acto de deglución, se sumergen en las faldas de papá y mamá, quienes están adquiriendo dotes de malabaristas para poder afrontar tal situación.

Uso siempre la teoría de los conjuntos para explicar las relaciones saludables, se trate del ámbito laboral, amigos o, como en este caso, de relaciones padres–hijos

Conjunto Juan (padre), conjunto Marcia (madre), Tommy (hijo mayor) y
Martina (hija menor). Cada uno de los conjuntos, cada miembro de la familia, con sus espacios propios, espacios compartidos, diferenciados y claros

Desde ahí todas las combinaciones de intersecciones posibles, como resultante de lo saludable de los vínculos. Allí la clave.

Que la puerta del dormitorio de los padres debe estar cerrada cuando estos requieran intimidad, que la de los hijos también cuando estos sean más grandes.

Que las redes sociales deben estar diferenciadas, si funciona aceitadamente el triángulo de DIÁLOGO-CONFIANZA-DISFRUTE en la relación padres–hijos.

Subrayo, del triángulo mencionado, la confianza. Y, si está presente, no
deberemos vulnerar el mundo privado. No somos hackers de nuestros hijos, ni de sus redes. Y si no tenemos esta confianza esencial, debemos de construirla. Más vale tarde que nunca.

Podemos pensar en una teoría de las puertas. Hay puertas en el camino de la vida que deben abrirse de inmediato; otras, mantenerse entornadas; otras, cerradas. En algunas de estas, deberemos tomar nosotros, como adultos, el picaporte y hacer todo el gasto energético de la apertura; y en otras, ayudar y guiar a nuestros hijos para que intenten lograrlo por sus propios medios.

Familias loft, mal de época

Dormitorios de los padres a puertas abiertas, todo un continuo. No hay secretos, no hay espacios, no hay intersección. Las peleas, las reconciliaciones, a la vista de los hijos: pasen y vean.

Los chicos circulan por la cama grande como si fuera la sala blanda de un pelotero. Raras modalidades nuevas. No hay adentro ni afuera. Éstas son categorías que, en este caso, no se han construido

Puertas reales que tenemos que cerrar a veces y abrir otras. Que los padres necesitan intimidad. Para pasarla muy bien y también para gestionar los conflictos.

Me decía una joven pareja en consulta: “No podemos cerrar con llave el dormitorio. ¿Qué van a pensar los chicos?” Van a pensar que los padres no son una prolongación de ellos. Que tienen vida propia. Que además de chequear si leyeron los libros para el colegio, también tienen ganas de leer libros que ellos elijan leer, porque tienen ganas, nada más.

Pensarán y entenderán que ser padres no es un apostolado, que los padres somos “casi seres humanos”, que ellos son una parte fundamental de nuestras vidas, pero no la única.

Entenderán que son hijos, no dioses, y empezaremos a darles herramientas para que entiendan que la frustración es fundamental en el camino del crecer.

Tenemos puertas reales y, también, puertas simbólicas. Es fundamental aquella que regula y dosifica el flujo de cuidados hacia los hijos. La sobreprotección, en un extremo; la desprotección, en el otro. Ambas modalidades propician de manera clara un difícil desprendimiento en la adolescencia.

Taparles el sol con la mano a nuestros hijos cuando les molesta el reflejo no los ayuda a crecer; el mismo esfuerzo que debemos hacer nosotros para lograr objetivos tendrán que vivirlo ellos, tarde o temprano

Reforcemos todas aquellas puertas que favorezcan la autonomía, la responsabilidad, la confianza en sí mismo y en los otros, la capacidad de iniciativa, de elección. Aquellas que ayuden a formar un umbral de frustración alto… Porque abrir esas puertas es maravilloso. Es complejo el camino del crecer, y a los padres nos toca la tarea de administrar y gestionar el sendero de nuestros hijos hasta que puedan caminar ellos solos.

Por Alejandro Schujman, psicólogo especialista en adolescentes. Autor del libro Generación Ni Ni y coautor del libro Herramientas para padres.