No hay duda de que a medida que la edad avanza, algunas cosas físicas cuestan un poco más. A veces alguna enfermedad crónica complica las cosas y algunos días se vuelven un poco oscuros. Pero estar vivo es un don y vale la pena trabajar a diario para mantenernos felices.
Para ello, es importante hacer foco en las cosas que dan alegría: escribir, escuchar música o audiolibros, tener vida social, hacer alguna actividad física, desarrollar un hobby. Todo lo que te ponga en movimiento y requiera que uses tu mente es muy bueno.
Cuando los años pasan podemos enfocarnos en lo que perdemos o en el privilegio de envejecer, de tener una vida larga, de seguir aquí, disfrutando de los afectos y de tantas cosas lindas. Pero hay que estar dispuesto a aceptar la nueva realidad y seguir adelante: tener la mejor vida posible en el lugar en el que estás ahora.
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Vivir con una enfermedad crónica a menudo complica la vida. La mayoría de los adultos de 75 años y más tienen múltiples enfermedades crónicas que contribuyen a la fragilidad y la discapacidad. El porcentaje de personas que reportaron hipertensión, asma, cáncer y diabetes es alto y las condiciones crónicas pueden tener un impacto devastador en hombres y mujeres
Pero cambiar la mirada y la actitud puede mejorar mucho la vida. No estar mirando todo el tiempo las limitaciones físicas, sino las cosas que podemos y lo que nos da felicidad. Mantenerse conectado, trabajar, disfrutar, estar activo. Evitar quedar atrapado en lugares de frustración y buscar excusas para salir de casa todos los días.
Otra cosa a menudo funciona como la magia: ayudar a los demás. Una vez que empiezas a dar algo a otros, tiendes a no quedarte atrapado en tus propios dolores.
La verdadera clave de la felicidad en todas las edades y en todas las etapas, especialmente en la vejez, no son las cosas materiales, sino la gratitud por las bendiciones sencillas de la vida, como la risa entre amigos o ver una puesta de sol con un ser querido. Son las pequeñas cosas en la vida que terminan importando más que todo.
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