Las relaciones humanas son muy complejas y las relaciones de pareja no son la excepción. En la actualidad es cada vez más común encontrar nuevas formas de vincularse y frente a estos cambios de paradigma sobre el amor romántico, parecería que fuera más fácil tomar la decisión de separarse cuando un vínculo ya no funciona. Sin embargo, dar el paso a la separación suele ser una de las decisiones más difíciles y dolorosas para la mayoría de las personas.
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Una pareja pasa por diferentes etapas y el enamoramiento que suele caracterizar a la primera etapa no es una constante a lo largo de toda la relación. Aceptar que la persona que nos acompaña y que elegimos en algún momento como pareja no es perfecta, forma parte de sostener un vínculo saludable y eso no debería ser un motivo para pensar en una separación.
No obstante, cuando empieza a aparecer el conflicto en una relación, es habitual que las personas se pregunten si llegó el momento de romper el vínculo. Pero es importante profundizar un poco más.
El conflicto es inherente a los vínculos. En muchas parejas las discusiones suceden en la intimidad, siendo que socialmente se muestran amorosas y cordiales. Otras parejas viven constantemente peleando y en conflicto, pero nada dice que eso sea un problema para ellos.
También hay parejas para las cuales la confrontación o la pelea no son recurrentes, lo cual no quiere decir que no haya conflicto en ellas. Y hay también aquellas que, aún habiendo terminado hace mucho tiempo, ¡todavía no se han podido separar!
El error estaría en creer que el conflicto, la discusión o la pelea son en sí mismos motivos para la separación. Lo que une a las personas no es solamente el amor sino también el conflicto, la pelea, la discusión y muchas veces el odio.
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Muchas de las consultas al comienzo de un análisis tienen que ver, precisamente, con el enorme esfuerzo que hacen las parejas para no romperse. Algunas parejas pasan muchos años intentando recomponer un vínculo que consideran disfuncional o conflictivo hace mucho tiempo y, aunque piensan que es por amor que no pueden salir de ahí, no se trata de eso. De lo que no pueden salir es del conflicto que las sostiene.
Entonces, ¿cuáles son las señales de que un vínculo efectivamente se rompió?
En principio, sería imposible hacer una generalización de las señales que pueden permitirnos darnos cuenta de que un vínculo está roto porque cada pareja es diferente. Por otra parte, no necesariamente que una pareja se termine indica que se haya terminado el amor.
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La clave para entender si un vínculo se rompió y para poder aceptarlo está en poder ubicar qué es lo que los unió en una primera instancia. No todas las parejas se unen por amor (aún cuando hay afecto y cariño en ellas). Muchas parejas se conforman alrededor de un proyecto (de familia, de trabajo, de vida). Otras parejas se unen en torno a la complicidad o a los lazos sociales que comparten. Algunas otras se ven unidas por el erotismo y la plenitud de sus encuentros.
Inclusive los ámbitos en los cuales muchas parejas se conforman nos permiten ubicar qué fue lo que los unió: la escuela, la universidad, el trabajo, la pasión, el deporte. La lista es infinita.
En definitiva, lo que separa a las personas no es la falta de amor, sino la imposibilidad de sostener un proyecto en común, aún cuando los proyectos de cada uno en la pareja sean diferentes. Es ese punto en el cual esa fuerza pujante que llevó a dos personas a querer compartir la vida ya no está.
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