La escuela como símbolo: porqué es clave que después del domingo venga el lunes

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Otra vez, como tantas otras veces por paros o por cuestiones sanitarias, en mi país millones de chicos no van a la escuela. Después del domingo, otro domingo más.

Empiezo por aclarar que estas líneas van más allá de mis ideas respecto a la posición del gremio docente o de las decisiones sanitarias. Estas líneas las escribo como padre, como profesional de la salud mental y como ciudadano, para que podamos pensar porqué es importante que nuestros chicos entiendan y sepan que después de los domingos vienen los lunes.

Después de la siembra llega la cosecha, luego del 2 el 3, la melodía necesita del “chan chan”, el trabajo del descanso, la comida del postre. Y no soy estructurado, no lo soy. Si algo aprendí en estos 51 años de vida es que la flexibilidad y la duda son el mayor recurso del que podemos disponer para ser libres. Pero, para poder ser flexibles, primero tenemos que tener referencias claras: para poder dudar, necesitamos antes certezas que sean pilares.

Y seguro que es complicado para los padres que no tiene con quién dejar a sus niños en las horas con las que contaban que estarían en el colegio. Claro que lo es porque ellos, los adultos, tienen que trabajar; para ellos, después del domingo viene el lunes, y no hay “tu tía”. No escribo por eso, no…

Escribo porque me preocupa que nuestros niños sigan pensando que el esfuerzo es cosa de los grandes, que da lo mismo no estudiar durante todo el año total “en diciembre rindo, paso y hago negocio”

Me preocupa que nuestros chicos vivan en un mundo en donde pareciera que las cosas empiezan por el final, “mágicamente”, sin proceso, sin esfuerzo.

Un mundo que no tiene en las colecciones figuritas difíciles, un mundo que se saltea lo más lindo de juntar figuritas, que es, justamente, que nos falte alguna, imposible de conseguir. Porque ese era el único valor que nos hacía seguir jugando y juntando: tener una meta por delante. Detrás de ella, en el mientras tanto, nos divertíamos, nos esforzábamos, y éramos felices esperando en cada paquete que apareciera, “recogiendo los pedazos y volviendo a creer”.

En un mundo donde las utopías se han perdido no hay, como decía Galeano, hacia adónde caminar. En un mundo donde lo “divertido” le lleva varias cabezas a lo necesario se hace difícil crecer… Cada vez más difícil

Somos los adultos lo que tenemos que darles a los niños y a los jóvenes herramientas para que se entusiasmen con ir subiendo escalones. Somos nosotros los que debemos demostrarles, con ejemplo, que la vida no es hacer negocio, que la vida es arremangarse, poner el cuerpo para salir adelante y disfrutar, claro que sí, también disfrutar, pero el descanso, como decía mi abuelo, “hay que ganárselo”.

Y entre paritarias y declaraciones, entre porcentajes de aumento y negociaciones, entre decisiones sanitarias y políticas, están ellos, los chicos. Los chicos que disfrutan cuando un maestro se enferma porque “tenemos hora libre”. Y ahí somos nosotros (claro está que no es culpa de ellos) los que les mostramos que crecer no está bueno, los que protestamos por el tráfico, por los aumentos, por nuestro jefe, por nuestra suegra, por el gobierno, por los docentes. Y, mientras tanto, ellos esfuman el tiempo con sus monitores, a salvo, (des)cuidados… Nos quejamos más de la cuenta y los chicos lo ven, lo sienten, no quieren ser como eso que ven: “cuando sea grande yo quiero ser chico”, me dicen pacientes y muchachitos en las charlas, y preocupa.

Mostrarles el crecer, mostrarles el camino, es darles señales claras para que luego, a partir de esos pilares, puedan ser flexibles y dudar, pero aprendiendo que el valor están en el esfuerzo, en el proceso. Es necesario para que aprendan a frustrarse y a sufrir, porque que eso también se aprende, claro que sí

Y digo, de vuelta, no son estas líneas en contra de los docentes: somos todos, todo el país, el mundo, los que estamos patas para arriba. A ver si de una buena vez nos ponemos en nuestros lugares, y que después del 2 venga el 3, y que la noche siga al día, y que la escuela sea un lugar al que valga la pena ir, porque allí se aprende, porque allí se crece, porque allí ponemos a rodar nuestra pasión.

Es imperioso, estimados, que después del domingo venga, ni más ni menos, que el lunes…

 

  • Por Alejandro Schujman, psicólogo especialista en adolescentes. Autor del libro Generación Ni Ni y coautor del libro Herramientas para padres. Autor del espacio Escuela para Padres en Buena Vibra.