Mindfulness: el arte de hacer de lo ordinario algo extraordinario

Compartimos un fragmento del libro “Mindfulness en Movimiento”, de Francisco Vanoni. Una invitación a la simplificación mental.

respirar mindfulnes

Te comparto un fragmento de mi libro “ Mindfulness en movimiento” para que puedas desarrollar la capacidad de hacer de lo ordinario algo extraordinario. Esto se irá dando desde la simplificación mental. Una mente simple, desde Mindfulness, es una mente sabia. La pàlabra sabiduría viene de “saborear” es decir que la sabiduría está íntimamente ligada a estar conectado com la experiencia del momento presente.

No podemos saborear ni en el pasado ni en el futuro. El conocimiento se adquiere en el pasado ( porque es un proceso de la memoria).

La sabiduría solo puede cultivarse en el aquí y ahora. Conocimiento no es sabiduría.
Sabiduría no es conocimiento. Ambos se complementan al servicio de vivir una vida en plenitud.

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El agradecimiento genuino: las dos caras de la moneda

“Por correr el hombre no puede pensar, que ni él mismo sabe para dónde va. Siga siendo niño y en paz dormirá, sin guerras ni máquinas de calcular. Vuele bajo porque abajo está la verdad” (Facundo Cabral)

Un amigo se encontró con otro por la calle. Al preguntarle cómo estaba este le respondió “No sé. Mi mujer está embarazada y nos enteramos hace muy poco que él bebe va a nacer sin un brazo. Algunos conocidos me dicen que pena lo que les está pasando” y otros agradece que tu mujer está embarazada.

Me siento bien y mal, enojado y agradecido”. Mi amigo le respondió “ambos estados son válidos, que te sientas agradecido por la venida de tu hijo y al mismo tiempo angustiado porque va a nacer sin un brazo es lo que tenés que sentir”.

La mente antigua percibe la realidad desde el juicio: bueno o malo, positivo o negativo, negro o blanco. No sabe de grises. Así, vamos desarrollando una respuesta emocional socialmente correcta ante los diferentes sucesos de la vida. Se supone que nadie puede estar feliz en un entierro o triste en un parque de diversiones, pero la realidad es que esto sucede. Si tenemos solo el enfoque de la mente antigua habrá un conflicto interno entre los sucesos negativos y una ansiedad crónica en la búsqueda de sucesos positivos. Ya exploramos en los capítulos anteriores sobre esta creencia de placer=felicidad y displacer=infelicidad, pero vamos a ir un poco más allá.

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Ya sea desde el rechazo o desde el apego, cuando estas dos acciones suceden en nuestro mundo interno, estamos desatendiendo lo que realmente está sucediendo. Como dice Facundo Cabral tenemos que “volar bajo”. Esto significa estar con los pies en la tierra. Poder conectar con las pequeñas cosas de la vida. Ya sé que esto es uno de los latiguillos de diferentes divulgadores de prácticas espirituales como la llave de la felicidad. El tema no es decirlo sino hacerlo, “no por hablar de fuego uno se quema la boca” dice un Proverbio Zen.

Desde mi mirada, hay dos formas de poder conectar con las pequeñas cosas de la vida. La primera es cuando la propia vida nos da un cachetazo. Cuando de un momento a otro (así suceden las cosas de un momento a otro pero no nos damos cuenta) surgen cambios. De la vida a la muerte. De tener trabajo a no tenerlo. De estar con alguien a estar solo. Estos cambios externos son, para muchos, la posibilidad de hacer de los valores, prioridades. Los valores a los que me refiero no son éticos, sociales o morales. Son valores de vida…

¿Qué es lo realmente importante? Si tuviéramos la certeza de que nos quedan semanas de vida… ¿A qué le daríamos valor? ¿A tener siempre la razón? ¿A las tarjetas de crédito? ¿A un ascenso social o profesional? Probablemente en
ese momento seamos conscientes de que la vida es, en sí misma, el valor más preciado.

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El hecho de estar vivos en este momento es lo que encierra lo más importante. Seguramente le daríamos valor a amar y ser amados, a cuidar y ser cuidados, a perdonar y ser perdonados. Pero como vamos siempre detrás de la “zanahoria del apego o del rechazo” nuestras prioridades no coinciden con nuestros valores.

Tengo un amigo reciente al que considero un verdadero maestro de vida. Hace unos meses que le diagnosticaron una enfermedad muy compleja. De un día para otro pasó de ser una persona “sana” a una “enferma”. Pasó por operaciones, tratamientos muy agresivos para su cuerpo, decenas de estudios y un día me dijo “Ahora entiendo un postulado del Talmud al que cuando era adolescente no le encontraba significado. Ese texto decía “Bendito es El, quien ha formado al hombre y ha creado en él muchos orificios y muchas cavidades. Es obvio u conocido ante Su trono que si uno de ellos se bloqueara sería imposible para un hombre sobrevivir y estar de pie ante Ti”.

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La enfermedad lo imposibilitó momentáneamente de ir al baño por sus propios medios, de comer por boca y de otras cuestiones. Fue esa ausencia momentánea de capacidades primarias lo que, luego de recuperarlas, le permitió “agradecer sus cavidades”.

La realidad es que no tenemos que esperar a que la vida nos ubique para ubicarnos: Podemos comenzar en este momento a hacer de nuestros valores de vida, prioridades. Esto requiere disciplina, práctica y coraje, Pero es una capacidad inherente al ser humano

Una buena forma de empezar es el agradecimiento genuino. Es genuino porque surge de la conexión con la experiencia, con la realidad, con el presente. Agradecer que en este momento estemos respirando. Agradecer que tengamos dientes para comer. Agradecer que tengamos dos piernas para caminar, un cerebro para pensar. A esta práctica del agradecimiento genuino hay que agregarle no solo la conexión con los sentidos a través del cuerpo, sino la presencia del corazón.

Es desde una integración Mente-Corazón–Cuerpo donde podemos comenzar con esta sencilla pero reveladora práctica.

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Descubrí cómo la mente antigua pasa por alto situaciones comunes y corrientes: Desde dormir en una cama cómoda, cepillarse los dientes, tener un café para desayunar hasta la buena salud de nuestros seres queridos

Desde una mente nueva comenzá a apreciar y vivenciar las pequeñas cosas:

El sol del invierno que calienta nuestro rostro, la frescura del agua en verano, la brisa de primavera, las hojas de otoño. Conéctate con la realidad última: la que podés caminar con tus propias piernas, ir al baño por tus propios medios, con el hecho de que en este momento estás vivo (podés sentir la respiración como un ancla a la vida) ¿Puedo darme cuenta que desde la conexión real con las pequeñas experiencias de la vida surge el agradecimiento genuino?

  • Por Francisco Vanoni. Instructor de Mindfulness. Director de Vision Clara y del programa en la Universidad Di Tella Autor del libro “ Mindfulness en Movimiento”

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