Sexo y deporte: ¿aliados o enemigos?

Los mitos tienen más incidencia en la población general que el conocimiento científico, y uno de ellos es que el sexo y el deportivo no se llevan bien.

El motivo de dicha creencia se asienta en que la disminución de la energía postorgasmo no contribuye a la disponibilidad energética general que se precisa para el trabajo deportivo. Sin embargo, diversos estudios científicos han comprobado que son más los beneficios que los prejuicios que podría ocasionar.

Qué nos genera hacer deporte

El ejercicio aeróbico lleva más sangre a los tejidos, dilata los vasos sanguíneos en general (incluyendo la vascularización del pene y del clítoris, disminuye el colesterol malo (LDL) e incrementa el bueno (HDL), baja la glucemia y protege del hígado graso (esteatosis) aumenta la síntesis endorfina, dopamina, sustancias que generan sensación de bienestar y motivación para repetir la actividad.

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Además de estos aportes a la salud física, el ejercicio mejora la autoimagen, no solo porque nos vemos mejor, sino por sentir que nos cuidamos y valoramos. El impacto sobre la estima (plano emocional) repercute sobre la cognición y las capacidades ejecutivas (plano cognitivo), resultando una mayor apertura al entorno y capacidad más aguzada para la resolución de problemas o contingencias vitales.

En el área sexual, la integración del cuerpo activo ayuda a vencer pudores e inhibiciones frente al otro. Las mujeres, presionadas por los ideales culturales de belleza, se ven más beneficiadas que los hombres. El trabajo físico ayuda a vencer los complejos, además de incrementar la autonomía al disponer de un espacio para concretar una actividad personal.

Muchas parejas salen juntos a correr o a hacer otro tipo de actividad deportiva, siendo un factor que favorece luego el encuentro sexual

Siempre imaginamos que el romanticismo previo a "hacer el amor" debe acompañarse de velas, una rica comida y una copa de vino; compartir una salida a correr puede ser mayor o igual de estimulante.

A su vez, la sensación de placer después de hacer el amor es diferente a un revolcón. Si en el ejercicio el cuerpo interviene en su totalidad, en la relación sexual más intensa por lo sexual y afectivo, sucede algo similar.

El conocimiento del otro ayuda a relajarse y a vencer pudores, el juego previo es más prolongado y la meta no es solo la penetración.

Este "ejercicio" sexual nos compromete más profundamente, y la entrega no requiere de un gasto desmedido de energía física, no porque el juego deje de ser efusivo, sino porque el motivo no es la descarga fisiológica: es la conexión placentera entre los miembros de la pareja.

Fuente: Dr. Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo

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