Cuando querer no es poder: el factor emocional en la infertilidad

Enfrentar la noticia de la infertilidad no es nada fácil. A raíz del diagnóstico, suelen aparecer sentimientos de bronca, desconcierto, tristeza, incertidumbre, entre otros. Frases como “¿por qué a mí?”, “Todas se embarazan menos yo”, “esto no me puede estar pasando” son frecuentes en la mayoría de las pacientes.

La pareja debe empezar a realizar el duelo de no poder ser padres naturalmente y no apresurarlo. Síntomas de angustia y ansiedad se hacen presentes, ya que no puede concretarse el deseo de un hijo que tanto se anhela. En muchos casos, la pareja suele sentirse incomprendida por la gente que lo rodea. Viven estos sentimientos en soledad porque sienten que no hay espacios que la sociedad habilite para que se expresen.

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Cómo vivir la infertilidad

Para afrontar la infertilidad se necesita energía tanto física como psicológica, y es importante que tanto la mujer como el varón se preparen para las emociones que van a vivir. Algunas de las emociones más comunes son: culpa, ansiedad, depresión, desesperanza, pérdida de control, soledad, entre otras. Todas estas emociones son válidas y la mayoría de las parejas que pasan por tratamientos de Reproducción Asistida se sienten igual.

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Es fundamental poder encontrar espacios de contención desde lo psicológico, para que la paciente pueda poner en palabras sus miedos, enojos, inquietudes y angustias. Estos espacios también son de gran ayuda para poder comunicarse con la pareja, ya que en muchos casos la relación se ve afectada, en especial cuando uno de los miembros es el que presenta el problema médico. Poder expresar sus deseos y sentirse libre de hacerlo ayuda a fluir la comunicación en la pareja.

Por lo general, los hombres sienten a veces preocupación al elegir una modalidad de tratamiento que requiera técnicas invasivas, como por ejemplo la cirugía o los pinchazos diarios en sus mujeres. Otras parejas pueden encontrar que tienen “diferentes reglas de juego” respecto al tiempo, el esfuerzo y la economía que piensan dedicarle al tratamiento. En otras ocasiones, la decisión sobre cuándo decir basta puede ser una de las cosas más difíciles de discutir.

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