Qué es y cómo saber si sos un yonqui tecnológico

Estudios recientes demuestran que hasta un 40% de la población sufre adicciones relacionadas con internet, ya sea al correo electrónico, al móvil, los videojuegos o la pornografía

Para saber si eres un yonqui o adicto de las tecnologías, nada como responder, con la mano en el corazón, a estas cinco preguntas:

  1. ¿Con qué frecuencia te das cuenta de que has pasado más rato del que pretendías en internet?
  2. ¿Con qué frecuencia se quejan las personas de tu alrededor del tiempo que dedicas a internet?
  3. ¿Con qué frecuencia revisás el correo electrónico antes de ponerte con algo que tienes que hacer?
  4. ¿Con qué frecuencia dormís menos a causa de sesiones nocturnas en internet?
  5. ¿Con qué frecuencia te encontrás vos mismo diciendo «solo un ratito» cuando estás en internet?

Sumá 0 puntos si tu respuesta es nunca; 1 si es raramente; 2 si es a veces; 3 si es con frecuencia; 4 si es muy a menudo; 5 si es siempre.

Una puntuación de 8 a 12 refleja a una adicción leve. Entre 13 y 20 moderada. Entre 21 y 25 tu adicción es grave y puede conllevar “problemas significativos en tu vida”».

Quien así lo afirma es el profesor de psicología y marketing de la Universidad de Nueva York Adam Alter, autor de “Irresistible ¿Quién nos ha convertido en yonquis tecnológicos?”.

El propio Adam Alter está obsesionado con el correo electrónico: “hasta el punto de que me cuesta dormir si no he leído o archivado los correos que esperan en mi bandeja de entrada”, confiesa en una entrevista a EFE, realizada precisamente a través del citado medio al encontrarse el autor en EEUU.

Yonqui tecnológico: la adicción del comportamiento

Las adicciones del comportamiento, explica, son mucho más fáciles de ocultar que las adicciones a sustancias, lo que las hace más peligrosas, aunque “son muy similares entre sí” ya que activan las mismas regiones cerebrales y “se alimentan en parte de las mismas necesidades humanas básicas”.

“Creo que sabemos que consagramos mucho tiempo a los dispositivos tecnológicos, pero no terminamos de darnos cuenta de todo lo que llegamos a usarlos, ni lo difícil que resulta acortar ese tiempo”, señala.

“Si le pedís a alguien que adivine cuánto tiempo le dedica al móvil, normalmente te dirá que unos 90 minutos, pero la media está en torno a tres horas al día” asegura.

Además muchos de los que pretenden moderar su uso terminan fracasando y “si no implementamos una serie de estrategias a conciencia, la mayoría seguiremos usando el móvil incluso cuando preferiríamos no hacerlo”.

Así Alter aconseja dejar el teléfono a un lado todos los días, durante la cena, o una hora antes de irse a la cama y una hora después de levantarse.

¿Olvidar el celular?

También se puede tratar de olvidar el teléfono celular un día entero del fin de semana o una tarde de cada dos al salir del colegio o del trabajo.

“Metelo en un cajón en tu habitación; salí sin él; disfrutá de la naturaleza; hace ejercicio sin pantallas… lo que sea. La cuestión es no tomar la decisión cada vez, sino asumir automáticamente que, en según qué contextos, no vas a usar el teléfono”.

La mera presencia del móvil, según este psicólogo, supone una distracción incluso cuando no se usa de forma activa.

Compras, videojuegos, pornografía

Pero los celulares, apunta, no son los únicos culpables de las adicciones tecnológicas, están también los videojuegos, especialmente los que permiten a miles de jugadores interconectarse en tiempo real, y que resultan muy adictivos sobre todos para los adolescentes.

Y es que los adolescentes, explica, “son más vulnerables porque que se están desarrollando cognitivamente, no suelen disponer de los mismos recursos de autocontrol que los adultos y su fuerza de voluntad es menor”.

Sus estrategias, sostiene, también suelen estar menos pensadas y la presión del grupo es mayor, con lo que es más fácil que puedan convertirse en un yonqui tecnológico.

La tecnología “intrusiva” también ha hecho que las compras, el trabajo y la pornografía, sean más difíciles de evitar.

Adam Alter no señala una en concreto como la más peligrosa, porque depende de cada persona. En su caso, confiesa, es el correo electrónico: “ocupo muchas horas todos los días a responder mensajes, hasta el punto de que me cuesta dormir si no he leído o archivado los que esperan en mi bandeja de entrada”

A bastantes personas les ocurre algo parecido y otras, añade, se obsesionan tanto con los dispositivos de actividad física, como las pulseras que cuentan los pasos, que incluso siguen haciendo ejercicio lesionados.

“Otros todavía padecen la ruina económica que provocan los juegos de azar o por gastarse demasiado dinero en tiendas electrónicas o en videojuegos.

Nunca te enganches a tu propia mercancía

Así titula Adam Alter el prólogo de su libro, en el que cuenta como el cofundador de Apple, Steve Jobs, al presentar el iPad dedicó 90 minutos a explicar porque este dispositivo era tan maravilloso y el mejor para escuchar música, ver fotografías, utilizar facebook…

“Creía que todo el mundo debía tener su propio Ipad, y aún así no dejaba que sus hijos lo usaran”, afirma Alter quien señala además que otros gigantes de la tecnología también limitan el uso de dispositivos a sus descendientes.

La buena noticia

La tecnología adictiva -sostiene en su obra- está integrada en la vida cotidiana “de una forma en la que las sustancias adictivas nunca lo estarán. La abstinencia no es una opción, pero hay alternativas”.

Pero, continúa, “la buena noticia es que nuestras relaciones con las adicciones del comportamiento no son fijas. Existen muchas formas de establecer el equilibrio que existía antes de la era de los móviles, el correo, las redes sociales y el consumo de audiovisuales a la carta”.

La clave reside en comprender por qué las adicciones del comportamiento están tan extendidas, cómo exprimen la psicología humana a su favor y cómo podemos librarnos de esas adicciones que nos perjudican y aprovecharnos de las que nos ayudan.

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