Adultos mayores: retrasar la fragilidad y reducir sus efectos

Conocé las consecuencias que se pueden generar al realizar actividades físicas de fuerza, sobre todo en los adultos mayores.

La fragilidad en relación a la condición física es un concepto complejo conformado por diferentes factores. En conjunto, dan lugar a una realidad diversa para cada persona, sobre todo en las personas mayores.

Deterioro en los adultos mayores

Durante el envejecimiento se puede dar una afectación cognitiva de diferente profundidad. Puede asociarse a una pérdida de peso no voluntaria, a una mayor debilidad y a poca energía vital o a una disminución de la velocidad de la marcha.

Como resultado, junto a un mayor nivel de dependencia y dificultad para hacer las actividades cotidianas, aparece un deterioro en la capacidad física. Dicho esto, la fragilidad conlleva mayor riesgo de discapacidad, de morbilidad con ingreso hospitalario y de muerte.

Entrenamiento de fuerza y función muscular

La actividad física es una herramienta adecuada para retrasar la fragilidad y reducir sus efectos. En los últimos tiempos, algunos planes de ejercicio físico reglado también se han mostrado como un instrumento eficaz para mejorar la capacidad funcional y la salud.

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Uno de los factores relacionados con la fragilidad en personas mayores es la pérdida de masa muscular, lo cual afecta a su equilibrio y movilidad e influye decisivamente en su grado de autonomía.

Por otro lado, los entrenamientos de fuerza han mostrado ser una buena estrategia para mejorar la masa y la función muscular. Estas actividades pueden estimular el desarrollo muscular en personas mayores. Al menos, disminuir el deterioro fisiológico asociado a la edad.

Efectos en el cerebro

Además del efecto trófico sobre los grupos musculares reclutados, entrenar la fuerza tiene otros resultados. Al realizar estos ejercicios, se requiere de un estímulo propioceptivo, el cual reconoce las tensiones a las que los músculos son sometidos.

Todo ello supone la activación del área somatoestésica cerebral, la encargada de la propiocepción, que contribuye a mantener la función de esta zona cerebral.

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Nuestro sistema nervioso central necesita estimulación continua y adecuada para mantener una función óptima, la conocida como plasticidad cerebral. Es la capacidad de nuestro cerebro de poder modificar la actividad de diversos circuitos y grupos neuronales. Así, optimiza la respuesta ante diferentes estímulos.

Durante el entrenamiento, los efectos sobre la esfera cognitiva se producirán no sólo por una adecuación funcional de las neuronas y su acción, sino también por el desarrollo de nuevas conexiones y circuitos neuronales.

Programas de fuerza y sistema cardiovascular

El trabajo segmentario, el que involucra a determinados grupos musculares, dentro de un programa de fuerza hace que la necesidad de aporte de oxígeno en esos territorios aumente. Las funciones cardíaca y vascular de los grandes vasos serán sometidas a una tensión proporcional a la demanda del territorio estimulado.

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Este tipo de trabajo puede facilitar el mantenerse dentro de umbrales de la más estricta seguridad desde el punto de vista cardiovascular. A su vez, ofrece un estímulo suficiente para mejorar la función cardíaca.

Por lo tanto, deberían diseñarse ejercicios que comprometan la actividad de grupos musculares suficientemente grandes y hacerlo durante el tiempo adecuado. Esto genera simultáneamente respuestas beneficiosas en el músculo activo y en el territorio cardiovascular.

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