Sobrepeso nervioso: el estrés es un obstáculo si buscamos perder peso

La dieta de la luna, la de los siete días, la proteica... Infinidad de regímenes y planes de alimentación sana que, por más voluntad con los que sean acompañados, no logran el objetivo de perder los kilos de más. Muchas veces no se debe a la falta de constancia ni flojera: el por qué se llama estrés crónico, un cuadro que se alimenta a diario de situaciones plagadas de estresores y se hace cada vez más fuerte.

La respuesta del cuerpo frente a una experiencia estresante es la misma que tenían nuestros antepasados para lograr sobrevivir a las amenazas: se generan diversas sustancias como la adrenalina y cortisol (la hormona del estrés) que nos preparan para la acción. Sin embargo, los peligros ya no son ni la lucha ni el mal tiempo, ni la caza. El estrés moderno se nutre de maltratos laborales, del hecho de tener que tomar decisiones rápidas bajo presión, o de la sensación de que ningún logro es suficiente porque las metas y demandas son cada vez más grandes. Una y mil veces repetimos “respirá profundo”, mientras por dentro nos carcome esa energía generada y no gastada.

El cortisol, en sí mismo, no es negativo. Nuestro cuerpo lo utiliza para mantener los niveles de presión sanguínea y desempeña un papel importante en la metabolización de las grasas y los carbohidratos para transformarlos en energía. Sin embargo, cuando el estrés es constante, el cortisol desajusta el metabolismo, y, entre otras cosas, no nos permite adelgazar.

Cuando el estrés es constante, el cortisol desajusta el metabolismo, y, entre otras cosas, no nos permite adelgazar

Frente a situaciones estresantes, la corteza suprarrenal es estimulada para aumentar la producción de la hormona cortisol, lo que a su vez indica la liberación de grasas y glucosas en el torrente sanguíneo para que grandes cantidades de energía corran por el cuerpo y de esa forma enfrentar el estado nervioso. Al mismo tiempo, el estrés inhibe las funciones de la insulina (desplazar la glucosa desde el torrente sanguíneo hacia las células que la almacenan y su secreción por las células beta del hígado) para asegurar que las grasas y la glucosa de la sangre permanezcan disponibles para su uso. Es así que el metabolismo se prepara para resolver la situación de alarma.

Cuando una persona sufre de estrés crónico y el cortisol no cesa de segregarse, el cuerpo no puede asimilarlo de manera adecuada y hace que almacenemos el exceso de grasa como un instinto de supervivencia que se traducen en kilos de más hacia el abdomen antes que hacia las caderas. Esta grasa abdominal está estrechamente relacionada con las enfermedades cardiovasculares y la apoplejía.

Otro efecto secundario frecuente del exceso de cortisol es el aumento del apetito, ya que al estar estresados nuestro cuerpo necesita más energía

Otro efecto secundario frecuente del exceso de cortisol es el aumento del apetito, ya que al estar estresados nuestro cuerpo necesita más energía. En el mismo sentido, quienes aumentan de peso como respuesta al estrés suelen admitir que en momentos de mucha ansiedad suelen inclinarse por comidas altas en calorías, grasa y azúcar, las cuales actúan sobre los receptores opioides en el cerebro para inhibir las respuestas de estrés. Algunas investigaciones también demostraron que las personas que conviven con altos niveles de estrés tienden a picotear más y se pierde el registro y la moderación.

Hambre emocional

Nuestra sensación de placer está relacionada con la secreción de dopamina y oxitocina, un neurotransmisor y una hormona segregada por la hipófisis. La dopamina tiene, entre otras funciones, la de mediar el placer en el cerebro. Su secreción se da durante situaciones agradables y estimula la continuidad de dichas sensaciones. La comida, el sexo y algunas drogas son también estimulantes de la secreción de dopamina en el cerebro. En el caso de la oxitocina, provoca una respuesta de placer y posee una función de recompensa. Frente a una situación estresante, el cortisol inhibe la dopamina, por lo que la sensación de placer disminuye, mientras que la oxitocina disminuye la hormona del estrés y mejora el circuito placer/displacer.

En dicho circuito, la nutrición cumple un papel importante ya que cuanto más placer sentimos, más comemos, independientemente de nuestra sensación de hambre. Los productos más energéticos, como los ricos en grasas y dulces, colaboran con la sensación de placer y aumentan los opioides que disminuyen el cortisol calmando la sensación de estrés. Sin embargo, son dichos alimentos los que favorecen una conducta compulsiva o “hambre emocional”. Es decir, la persona no registra un verdadero apetito, producido por un hambre real, sino que es una respuesta para calmar emociones desencadenadas por una situación de estrés.

la persona no registra un verdadero apetito, producido por un hambre real, sino que es una respuesta para calmar emociones desencadenadas por una situación de estrés

El impacto del estrés a través del cortisol en el circuito del placer colabora también en la tendencia a todo tipo de adicciones. En momentos vulnerables, el estrés genera la búsqueda de sustancias que calmen la ansiedad y el displacer y suelen tratarse de sustancias adictivas.

Para bajar de peso en forma efectiva y saludable, no sólo es necesaria una alimentación balanceada, actividad física, o suplementos dietarios naturales, si no también controlar el estrés. Para lograrlo, resulta fundamental que la persona comprenda los efectos negativos producidos por la situación estresante y comprenda los mecanismos que se activan al enfrentar una situación compleja. Esto ayudará a que la persona se maneje mejor para prevenir efectos a largo plazo.

 

Fuente: Dra. Laura Maffei, Directora de Maffei Centro Médico. 

 

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