Vértigo y mareos: Facundo Manes nos explica qué pasa cuando el mundo da vueltas

Foto: Bigstock

Seguramente de niños jugamos alguna vez a girar y girar hasta perder el equilibrio y caer. Entonces pudimos experimentar con asombro cómo todo nuestro alrededor parecía girar sin parar mientras nosotros permanecíamos quietos en el suelo. Y nos fascinaba y entonces lo repetíamos una y otra vez. Sin embargo, ya de grandes encontramos pocas sensaciones tan incómodas y desagradables como esa, la que experimentamos cuando sentimos que “el mundo nos da vueltas”. Este es el síntoma más extendido del llamado “vértigo”.

En el siglo XVIII, el médico francés Prosper Ménière dedicó sus investigaciones a una afección que incluye el vértigo entre sus síntomas más característicos. Posteriormente esta enfermedad será reconocida en su honor como “enfermedad de Ménière”. El aporte fundamental que este médico francés hizo fue diferenciar el vértigo de otras patologías como la epilepsia y encontrar su causa en el oído.

Las personas suelen caracterizar los “mareos” como sentir que se aflojan las piernas, sentirse inseguros como si uno fuera a caerse, tener ansiedad y nerviosismo, estar embotados, tener la sensación de transpiración y desvanecimiento que puede anticipar un desmayo o la mencionada sensación de que todo gira alrededor nuestro. Cada uno de estos síntomas puede responder a causas diferentes y deben recibir por lo tanto tratamientos también diferenciados.

Es necesario distinguir tres tipos de condiciones que suelen confundirse: el mareo, el vértigo y el desequilibrio

El primero es un trastorno muy frecuente que, desde la clínica médica, se identifica como la sensación de embotamiento, es decir, sentirse débil, con falta de claridad, como “con la cabeza vacía”.

Por otra parte, se denomina “vértigo” a la percepción irreal de movimiento, tanto en nosotros mismos o en nuestro entorno; mientras que el desequilibrio refiere a la inestabilidad en la marcha.

Son numerosas las afecciones relacionadas con el equilibrio que se corresponden con estos síntomas. Algunas de ellas son, además de la mencionada enfermedad de Ménière, el vértigo posicional paroxístico benigno, las neuropatías, ciertas migrañas, la enfermedad cerebrovascular, enfermedades extrapiramidales y también algunos trastornos del ánimo. Resulta importante interpretar correctamente los síntomas durante la consulta para así distinguir cada una estas etiologías.

Existe una especialidad en medicina que se ocupa, específicamente, de este tipo de patologías. Se trata de la Neuro-otología, que se encarga del estudio de las alteraciones del equilibrio, la audición y su relación con el sistema nervioso. Como ya señalaba Ménière (y el nombre de la especialidad así lo indica), el oído interno es uno de los órganos vinculado con estos trastornos.

De acuerdo con el diagnóstico se han diseñado tratamientos específicos para las diferentes afecciones. Un paso importante implica informar a la persona que sufre los síntomas sobre su problemática y tratamientos. En algunos casos, como en el vértigo posicional paroxístico benigno, el cuadro de vértigo se soluciona con simples maniobras físicas. En otros, se administra un tratamiento farmacológico y kinésico específico.

Trastornos del ánimo como la depresión y la ansiedad pueden estar asociados a estos cuadros clínicos, por lo cual se recomienda en determinados casos buscar apoyo psiquiátrico y psicoterapéutico.

En el caso de conocer a algún familiar o amigo que sufre este trastorno, es muy importante considerar el impacto que genera sufrir estos síntomas en el desarrollo de la vida cotidiana de las personas. Porque ese mundo que da vueltas, solo puede resultar tentador cuando está movido por la incipiente curiosidad infantil y se trata de un juego de niños.

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