Por qué es feminismo y no igualismo

Si bien el movimiento busca la igualdad entre los géneros, que el nombre haga alusión a las mujeres tiene una razón de ser.
qué es igualismo

Uno de las principales planteos a los que se enfrentan quienes hablan acerca del feminismo es por qué se llama de esa manera -y no igualismo- si lo que busca es la igualdad entre los géneros. El detalle de la denominación divide las aguas incluso entre quienes sostienen que están de acuerdo con la mayoría de las premisas.

Lejos de ser una discusión saldada, es una pregunta recurrente en las conversaciones sobre el movimiento. Para entender por qué se dice como se dice tenemos que empezar por comprender qué es el feminismo exactamente.

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Qué es el feminismo

Resulta un poco ambicioso intentar acotar un movimiento tan heterogéneo pero vamos a intentar hacerlo de todas maneras. El diccionario define al feminismo como la “doctrina y movimiento social que pide para la mujer el reconocimiento de unas capacidades y unos derechos que tradicionalmente estuvieron reservados para los hombres”.

Esto quiere decir que se trata de un movimiento social que lucha por hacer visibles y eliminar las desigualdades existentes entre los géneros. Es importante aclarar que no se busca invertir los términos del sexismo hasta lograr un predominio de la mujer sobre el hombre: el objetivo es construir una sociedad en la que el género no habilite la discriminación, la violencia o los prejuicios. Es decir, que las palabras mujer u hombre no estén cargadas de preconceptos.

 

Pero entonces volvemos al punto uno: si lo que busca es la igualdad, ¿por qué se dice feminismo y no igualismo?

Por qué feminismo y no igualismo

Si bien el feminismo lucha por la igualdad de género y abarca distintas expresiones en su interior, no se puede dejar de lado un componente esencial del movimiento y es la reivindicación histórica de la mujer.

Durante mucho tiempo el rol de la mujer estuvo circunscrito a la maternidad y al cuidado del hogar, sin presencia en la esfera pública. La inserción laboral de la mujer no tiene más de un siglo y el voto femenino se convirtió en una realidad en la mayoría de los países del mundo apenas 50 o 60 años atrás.

A pesar de que el mundo cambió y las mujeres fueron ganando terreno en el ámbito laboral, político y social existen algunas ideas inmersas en la cultura que perpetúan la diferencia histórica entre ambos géneros.

Hoy en día, las mujeres ganan un 25 por ciento menos que los hombres y esta brecha se amplía en los sectores más bajos, donde ellas perciben un salario un 45 por ciento más bajo, según estadísticas del Gobierno argentino.

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Pero eso no es lo único, la Organización Internacional del trabajo reveló que las mujeres en promedio dedican alrededor del 20 por ciento de su tiempo a las tareas domésticas, mientras los hombres solamente usan el 8 por ciento de su tiempo para mantener el hogar.

La sociedad desigual en la que vivimos perjudica especialmente a las mujeres y para cambiar esto es necesario cuestionar las conductas naturalizadas en la sociedad que reproducen las relaciones de dominación.

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Una forma de cuestionar el statu quo es hacer foco en el grupo oprimido o aquel que sufre las consecuencias más extremas de la desigualdad. En este caso, las mujeres y por eso el movimiento se llama feminismo.

La sociedad desigual en la que vivimos perjudica especialmente a las mujeres y para cambiar esto es necesario hacer foco en el grupo oprimido o aquel que sufre las consecuencias más extremas

No se trata del primer movimiento en hacer esto. En Estados Unidos, el activismo que lucha contra la discriminación racial usa el slogan Black Lives Matter (las vidas negras importan) para evidenciar el constante atropello que existe por parte de la policía sobre esa minoría.

Eso no quiere decir que el resto de las vidas no importan, solo quiere decir que el foco está puesto en aquellas personas que sufren las consecuencias más graves de esta discriminación.

Lo mismo ocurre con el movimiento LGBT y la marcha del orgullo gay. Si bien luchan porque no exista una discriminación basada en la orientación sexual, evidencian en el nombre su evento característico, cuál es el grupo oprimido, es decir, quienes sufren la violencia extrema.

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Pero, ¿por qué decimos que las mujeres sufren la consecuencia más extrema de la desigualdad de género?

Si bien los hombres también se ven perjudicados por el sexismo y tienen que enfrentar prejuicios o preconceptos asociados a su género, son las mujeres quienes deben cargar con la violencia que genera la desigualdad.

En 2017 murieron 245 mujeres por razones asociadas a su género. Esto es una cada 30 horas. Según la asociación civil Casa del Encuentro, de estos asesinatos, el 44 por ciento fue cometido por la pareja y el 20 por ciento por ex parejas; además, el 18 por ciento de las mujeres estuvieron desaparecidas antes de ser halladas muertas y el 7 por ciento estaban embarazadas. La necesidad por combatir la desigualdad sexista es una urgencia para las mujeres.

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Llamar igualismo al movimiento sería deslegitimar el reclamo de las mujeres frente a una sociedad que las oprime y contribuir a invisibilizar las consecuencias más extremas del sexismo, esas que las mujeres cargaron en silencio durante años y ya no se callan más.

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