Conexión natural: Laguna Brava y el lenguaje del viento

Actualizado: 16 de junio de 2020

Los diferentes destinos de Argentina permiten descubrir ecosistemas de variada riqueza, donde cada escenario natural invita a conectarse con la tierra para sentir su impronta.

En las áreas protegidas y los Parques Nacionales del país, es posible realizar actividades de avistaje, participar de safaris fotográficos, surcar mansos ríos o echar los pies a andar para entregarte al universo de la contemplación. La naturaleza de Argentina es diversa y hermosa, para disfrutarla respetuosamente.

Eso sucede en Laguna Brava, ubicada en una zona compuesta de altiplanicies y mesetas de 2.500 a 4.500 m de altura entre Vinchina y Villa Castelli, en la provincia de La Rioja, donde la aventura tienta a los viajeros entre montañas, flamencos y refugios.

Volcanes y vicuñas, aves, espejos de agua y hasta géiseres se divisan en un recorrido por este tesoro riojano.

Los ambientes naturales son más preciosos cuando tienen menos intervención humana. El ecosistema se expresa de manera propia y salvaje creando paisajes tan agraciados como inesperados, llenos de fuerza e identidad.

Una travesía por este rincón riojano es puro descubrimiento. Un área protegida en donde explorar lleva a encontrar tesoros y sensaciones en un marco que presenta desafíos entre la cordillera y la diversidad.

En el camino vas a encontrar huellas de las más diversas: de dinosaurios, ritos incaicos, españoles y criollos.

Se trata de un Sitio Ramsar, un humedal considerado de importancia internacional debido a su riqueza biológica y porque sirve de refugio para un número significativo de aves acuáticas migratorias estacionales. Ramsar es una convención mundial, firmada por 144 países que conserva el ecosistema de los humedales. Su nombre viene de la ciudad iraní de Ramsar, donde se firmó el convenio en 1971.

En este sitio de la  Argentina vuelan cientos de especies de aves y hay cerros de once colores que contrastan con el cielo. Huellas de dinosaurios en la Quebrada de la Troya dan pie a historias sobre el pasado y lo mismo sucede en el cerro El Veladero, donde se realizaban rituales incaicos.

La fauna autóctona está compuesta en parte por las vicuñas y los flamencos rosados. La fuerza del viento se hace sentir. Los cambios de temperatura se perciben a medida que se asciende hasta llegar a la laguna y matices de colores intensos acompañan el recorrido junto a variedad de formas rocosas y el frío del ambiente.

Los guías especializados acompañan el recorrido entre refugios históricos, huellas incas, españolas y de criollos que fueron hacia Chile; volcanes, picos nevados y hasta géiseres que brillan especialmente en primavera y verano.

Por el clima, de diciembre hasta abril es el momento ideal para hacer una escapada hasta este tesoro escondido que, con ganas, los viajeros logran descubrir en las alturas.

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