El Viejo Almacén, considerado una de las “catedrales del tango” del barrio porteño de San Telmo, recibe unos 180 visitantes por noche en temporada alta, de los cuales más de 100 son extranjeros, la mayoría provenientes de Europa y Estados Unidos, pero también de Brasil y México, comenta el dueño.
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El Viejo Almacén
Este antiguo almacén de campaña se remonta al año 1798. En 1969, el famoso cantante de tangos Edmundo Rivero lo compró para transformarlo en uno de los locales tangueros más importantes de la ciudad.
Restaurante del Viejo Almacén
Este restaurante de cocina internacional a la carta, ofrece una extensa selección de vinos y un excelente show de tango.
Platos para recomendar
- Pechuguita de ave en salsa de almendras al champagne
- Salmón en salsa de almendras
- Rabas
El edificio se remonta a fines del Siglo XVIII, más precisamente al año 1769 en pleno Virreinato del Río de la Plata donde funcionó en sus primeros años como un almacén de campaña.
En mayo de 1969 Edmundo Rivero inauguró el local El Viejo Almacén y lo convirtió en un “Templo del Tango”. A partir de ese instante “El Viejo Almacén” fue la cita obligada de las mejores expresiones de la música ciudadana.
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Rivero se enamoró del inmueble de Balcarce e Independencia, que le recordó aquel otro del que se decía era:
“… Un viejo almacén del Paseo Colón, donde van los que tienen perdida la fe…”
Rápidamente el sitio se convirtió en un centro de irradiación cultural, con presentación de libros y discos, ciclos de teatro leído, Poesía Abierta, visitas guiadas, reuniones de instituciones tangueras.
Su fama lo llevó a ser prontamente lugar de encuentro de personalidades destacadas y de célebres visitas de extranjeros
Pero llegó el momento en el cual comenzaron los problemas. El local fue afectado por el ensanche de la Avenida Independencia, perdió así un costado pero se salvó en gran parte de la piqueta.
En el año 1982 el Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, declaró Sitio de Interés Cultural
Hoy su esquina sin ochava, su puerta, sus ventanas enrejadas y sus faroles son parte inconfundible del paisaje porteño, reproducidas en postales y artesanías turísticas.
El lugar forma parte indispensable de tours y del turismo cultural.
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