La ciencia confirma: el olor a abuelo existe y nos hace sentir bien

Es un olor que empezamos a segregar las personas después de los 60 años y está asociado con emociones agradables.
olor a abuelo

La mayoría creíamos que era parte del imaginario popular, de esos recuerdos de infancia que enternecen el corazón. Esos olores que son refugio, mimo, cuidado. Pero no es sólo subjetividad. La ciencia confirma que el olor a abuelo existe y que está asociado con emociones agradables, que hacen bien.

Es que no solo las huellas dactilares, el iris, el sistema inmune y otras variables anatómicas son hacen únicos. También tenemos una “fragancia” única y personal en nuestro cuerpo (algo que los perros conocen bien).

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La piel puede llegar a albergar un millón de bacterias por centímetro cuadrado, con una diversidad que supera las 10.000 especies. “Nuestros microbios dependen de factores como la genética, la salud, la dieta, el sexo, agentes ambientales y la edad, y se puede afirmar que cada persona tiene su propio perfil de bacterias, las cuales intervienen en la producción del olor. Y si estas evolucionan a lo largo de la vida, nuestro olor corporal también”, explica Ignacio López-Goñi, catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra.

Los científicos explican que las personas mayores tienen un olor particular que, aunque se manifiesta más especialmente a partir de los 60 años, no les es exclusivo: todos empezamos a desarrollarlo de forma gradual a partir de los 30.

“Es real y se identifica como malo, pero no tiene nada que ver con el sudor u otros fluidos corporales ni tampoco con falta de higiene”, explica el químico José María Antón, investigador durante años en biotecnología para el CSIC y presidente y fundador del grupo Prima-Derm: “Lo causa el 2-nonelal, una molécula que se genera en la piel al oxidarse de forma natural los ácidos grasos de la barrera lipídica”.

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Reconocido en varias culturas (en Japón se denomina kareishu), el “olor de la gente mayor” existe. En los humanos emana de la interacción entre las glándulas ecrinas, sebáceas y apocrinas, responsables de segregar sustancias como el sudor, sebo y ácidos grasos que, al degradarse por la microbiota de la piel, desprenden componentes volátiles como alcoholes, cetonas y aldehídos que otorgan la fragancia de cada uno y que cambia con la edad.

“Se cree que los compuestos aldehídos son los que atribuyen ese peculiar olor, en especial, a los mayores de 60 años”, apunta Rosa Taberner, dermatóloga del Hospital Son Llàtzer de Palma de Mallorca.

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Aunque esto pueda angustiar a quienes les obsesiona la vejez, la ciencia da un cierto respiro: según los últimos estudios, el olor de nuestro mayor órgano pierde intensidad, contra la creencia popular de que envejecer significa oler a rancio.

“Los más mayores pierden olfato y producción de olor corporal. Se ha visto que la piel huele con más intensidad en los hombres de mediana edad que en los muy jóvenes y muy mayores. Y cuando se pide a voluntarios que puntúen olores corporales, los mejor valorados son los más suaves, que corresponden a las personas mayores y mujeres”, explica José Ramón Alonso, director del Laboratorio de Plasticidad Neuronal y Neuroreparación del Instituto de Neurociencias de Castilla y León. Ese olor agradable genera emociones positivas.

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Los participantes de un estudio del Monell Chemical Senses Center (Universidad de Pensilvania, EE UU), distinguieron la edad por el olor, y calificaron el de la gente mayor de neutral y menos desagradable que el de los jóvenes y de mediana edad. En una época de adoración por la juventud, estos resultados sorprenden cuando nuestra evolución cultural –tan reacia a mostrar los signos del envejecimiento– se ha sobrepuesto a nuestra evolución biológica, apunta Alonso.

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