El Fiscal del Lava Jato y un espejo que alumbra las falencias de la justicia argentina

El ejemplo de Deltan Dallagnol nos confronta con el desafío de enfrentar a la corrupción sistémica que otros países han podido encarar y en la Argentina sigue siendo una notoria deuda pendiente.

Deltan Dallagnol es un emblema de la Justicia brasileña. Muy joven –sólo 38 años, tenía 34 cuando comenzó la investigación del Lava Jato-, claro en sus conceptos, estudioso, trabajador y comprometido con su función, no duda al afirmar que la corrupción es uno de los males principales de la sociedad moderna.

Los logros de esa investigación son conocidos pero merecen ser una y otra vez destacados, sobre todo a la luz de la oportunidad que tiene Argentina tras la trama que asomó a partir de los cuadernos del chofer de Baratta:

  • 1765 procedimientos realizados.
  • 163 acuerdos de colaboración premiada (con “arrepentidos”, lo que constituyó la herramienta fundamental para romper las complicidades mafiosas y llegar a las cabezas del sistema corrupto).
  • 309 personas procesadas de las cuales 132 ya han sido condenadas a penas que totalizan más de 1959 años de prisión; entre ellos se ha juzgado y condenado a dirigentes políticos de todos los partidos destacados y a algunos de los principales empresarios del país.
  • Reclamos de restitución de daños causados al Estado por más de 10.000 millones de dólares en pleno trámite y con importantes sumas ya recuperadas, en particular de quienes suscribieron acuerdos de colaboración no sólo a condición de brindar pruebas suficientes para la investigación sino de devolver toda suma ilícitamente percibida.

El contraste entre los destacables avances del Lava Jato y los casi nulos resultados de las causas de corrupción en la Argentina es tan sorprendente como lamentable

Hoy, existe la posibilidad concreta de que, finalmente, los fiscales argentinos puedan utilizar las pruebas abrumadoras obtenidas por los brasileños que deberían permitir avanzar con seriedad y rapidez en procesos que hasta ahora se han llevado al ritmo habitual de ese tipo de causas, cuya duración promedio en este país es de entre 14 y 15 años.