Al comienzo del libro hablás del cerebro en la infancia, del origen del pensamiento, y decís que cada caricia, cada palabra, deja una traza en el cerebro. Y mostrás dos imágenes del cerebro de dos niños de 3 años que crecieron en contextos diferentes. ¿Estamos marcados y condicionados por el pasado también a nivel biológico, o podemos revertir algunas cosas?
El pasado deja una traza biológica. Cada experiencia, desde la más trascendente a la más nimia, dejan una marca en el cerebro. Pero esa traza no es irreversible. El cerebro no es como el mármol, en el que cada marca deja una huella casi irreversible. Tampoco es como un disco, en el que simplemente se borra y se escribe encima. Está en algún lugar intermedio. Algunas historias, como por ejemplo no estar expuesto al lenguaje durante los primeros años de vida, dejan una huella que sí es irreversible.
También hablás de la confianza. ¿Cómo aprende el cerebro a confiar y a desconfiar, y cómo podemos operar sobre ello?
Aprendemos utilizando atajos. Deberíamos basar la confianza en la evidencia, en lo que el otro hizo o no hizo. Pero en vez de esto resolvemos por cómo gesticula, por la cara, por cuán decidido es el movimiento. Sabemos de hecho que esta no es una buena manera de decidir en quién confiar y en quién no pero, aun así, es muy difícil de evitar estos sesgos.
“La intuición resume un cuerpo de saberes que no se hacen explícitos, que no son conscientes. No es adivinación mágica sino deliberación inconsciente”
Decís en el libro que el optimismo es una obstinación. ¿Por qué? ¿Es una obstinación saludable?
Cierto optimismo es por supuesto saludable. Su opuesto, el pesimismo, está relacionado a la inacción y a la depresión. El problema es cuando el optimismo (a veces en una forma que no reconocemos como tal) nos hace tomar riesgos innecesarios e inútiles como conducir sin cinturón de seguridad con la creencia errónea (y optimista) de que a uno no le pasa nada, de que el futuro es bueno para uno.
Contás que hay una razón biológica entre optimismo / pesimismo y cerebro, en tanto zonas y neuronas que se activan. ¿Podemos cambiarlo?
Es posible modificar esto pero como, con muchos otros elementos del temperamento, no basta proponérselo. Cambiar es posible, siempre, pero cuesta.
¿Qué rol juega la intuición en nuestras decisiones? ¿Debemos atenderlas?
La intuición resume un cuerpo de saberes que no se hacen explícitos, que no son conscientes. No es adivinación mágica sino deliberación inconsciente. Cuando la intuición está bien entrenada (por ejemplo un gerente de recursos humanos que ya entrevistó a miles de personas), conviene atenderla. En problemas muy complejos, donde es imposible enumerar los elementos en cuestión, también las intuiciones suelen ser particularmente efectivas.
Con la neurociencia y la psicología experimental como motores, Sigman propone un viaje hacia los espacios más recónditos del cerebro para entender qué define nuestra identidad, cómo es el proceso de toma de decisiones o cómo funciona nuestra conciencia
Hablás en todo el libro de las múltiples disciplinas que se “metieron” con el cerebro, y de los conflictos que hay entre los abordajes biologicistas y los que entienden a la psiquis como otra cosa. ¿Qué decir al respecto? ¿Es la muerte del psicoanálisis?
Todo lo contrario. Darle cabida biológica al pensamiento no niega, entre muchas otras cosas, el rol de la palabra. De hecho mucho de nuestro trabajo de investigación, y mucho de lo que se esboza en el libro, tiene que ver con identificar razones ( y sinrazones) de la mente a partir de la palabra. En el libro también establezco un puente entre ideas de Freud que fueron tremendamente visionarias vistas desde la tecnología y la perspectiva del Siglo XXI.
¿Existe el inconsciente en algún lado del cerebro o en “otro lado”? ¿Nos gobierna?
Casi todo el pensamiento es inconsciente. Casi cada accion que hacemos emana de una pulsion o de un proceso inconsciente. Solo cuando se ejecuta (o poco antes, en un preludio en el que se vuelve visible), se percibe como consciente.
¿Qué son los sueños? ¿Tienen significado o es mito?
Durante la noche el cerebro está a plena actividad. En algún momento esa actividad se organiza en un estado algo más bizarro y desordenado que el de la vigilia, en lo que reconocemos como sueños. De hecho, hoy es posible, a partir de la actividad cerebral, reconstruir el contenido de los sueños. Los sueños, como el juego, son una suerte de simulación, un momento en el que el cerebro examina posibilidades, sus mezclas, sus combinaciones, sus futuros posibles. Todo en un marco de probabilidades (como hace Grirrin en Men in Black), por lo que muchas veces los sueños son implausibles y otras tantas resultan en conjeturas correctas que luego reconocemos como oráculos o adivinaciones.