Durante el año escolar, los padres nos encontramos inmersos en la planificación de la rutina familiar y, entre tantas decisiones, surge una que parece simple, pero encierra muchas preguntas: ¿Cuántas actividades extracurriculares debería hacer mi hijo? ¿Qué es razonable? ¿Qué es demasiado?
En este artículo te invito a frenar un poco para reflexionar. ¿Qué es lo mejor para ellos? ¿Y qué es lo mejor para nosotros, como familia?
Actividades extracurriculares: cuánto es demasiado
Cuando era chica, las actividades extracurriculares eran el motor de mi semana. El día de la actividad era el día más esperado, ese que me daba ganas de levantarme sin problemas. Pasé por comedia musical, canto, cerámica, guitarra… y cada una de ellas me dio un espacio propio, un lugar donde disfrutaba un montón y aprendí muchas cosas que hoy, de grande sigo disfrutando o recordando con mucho cariño.
Pero parte de ese disfrute venía también del “después”: ese tiempo en casa donde podía practicar, jugar con lo que había aprendido, equivocarme, volver a intentar, mostrarle a mi mamá. Hoy, los chicos hacen muchas actividades extracurriculares y ese tiempo de práctica en casa, de disfrute y de exploración y de vínculo se está perdiendo.

Balance entre estudio y actividades extracurriculares
Nuestro desafío como adultos es buscar un equilibrio. Las actividades extracurriculares tienen que ser un disfrute para nuestros hijos, sí, pero también deben permitirnos a nosotros disfrutar como familia.
Si estamos corriendo todas las tardes de la semana trayendo y llevando a sus actividades vamos a terminar agotados. Y ni les cuento a fin de año cuando tengamos que ir a todas las muestras y comprar todos los trajes, porque no solo es un tema de economía de tiempo sino de gasto de dinero que se suma con cada actividad.
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El equilibrio como clave: guía para padres
Es importante que miremos la agenda completa para decidir que sí y que no:
- ¿En qué momento hace la tarea?
- ¿Cuánto tiempo tienen para jugar?
- ¿Hay tiempo de aburrirse, tiempo fundamental para fomentar la creatividad?
- ¿Tienen tiempo de practicar algo de su actividad en casa?
Una pauta saludable puede ser que los chicos tengan una actividad cada uno, especialmente si tenemos más de uno. Claro que esto depende de cada familia, de los horarios escolares, de la economía, y de cuántas ganas tenga el niño.
Los chicos necesitan tiempo libre. Necesitan aburrirse, crear, descansar. Y nosotros también necesitamos tardes de no ser choferes, porque los fines de semana también nos necesitan para llevar y traer a sus actividades y esto termina siendo agotador.

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¿Cuánto es razonable?
- Niños de Jardín (2 a 5 años): pueden no tener ninguna actividad extra. Su “actividad” puede ser ir a la plaza con mamá o cocinar galletitas en casa. Si se desea, se puede sumar una actividad puntual como natación o fútbol, pero no desde la obligación ni la expectativa adulta.
- Primer ciclo de primaria (1º a 3º): una actividad suele ser suficiente. Primer grado es exigente, y es importante que tengan energía para la escuela, para jugar y para aburrirse también. Si esa actividad es algo que disfrutan mucho y es dos veces por semana estará bien también.
- Turno completo vs. medio turno: los chicos que asisten a jornada completa probablemente necesiten más días libres. Los de medio turno al tener más tiempo libre pueden tener más actividades, pero siempre considerando el equilibrio personal y familiar.
- Últimos años de primaria y secundaria: se abre más la posibilidad de que hagan varias actividades si quieren y pueden sostenerlas. En casa, por ejemplo, cada uno elige su actividad principal: uno rugby, otra telas, otra comedia musical… Y, en el caso de mi hija adolescente, suma otras más, porque ya busca pertenecer a nuevos grupos y explorar intereses propios.
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Cuidar el tiempo en casa
Muchas veces evitamos que nuestros hijos estén en casa porque no sabemos cómo ocupar ese tiempo. A veces no tenemos a alguien que los cuide, otras veces tememos que se pasen la tarde frente a las pantallas. Pero la solución no está en llenarlos de actividades, sino en aprender a limitar las pantallas y acompañar mejor ese tiempo en casa.

Una pauta útil: puedes pactar, por ejemplo, que tengan una hora de pantallas por tarde. El resto del tiempo será para jugar, hacer tareas, aburrirse, crear, conversar. Si no ponemos ese límite, el uso de pantallas se vuelve el “default” de cada rato libre, incluso antes y después de la actividad extracurricular.
Las actividades no pueden ser un parche para evitar la pantalla. Son espacios valiosos por sí mismos, pero también deben dejar lugar a todo lo demás que un chico necesita explorar.
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¿Qué pasa cuando no quieren ir?
Hay niños que, después de empezar, quieren faltar todo el tiempo o cambiar constantemente de actividad. Frente a esto, podemos tener dos criterios:
- Faltar de vez en cuando está bien. No es obligatorio. Si están cansados, si tienen un mal día, podemos pactar faltar una vez por mes, por ejemplo. Es importante que aprendan a escuchar su cuerpo y a gestionar sus tiempos.
- Acompañar y sostener. Toda actividad nueva cuesta. Muchas veces, el disfrute aparece después de un tiempo. Yo misma, empezando a trabajar en un nuevo espacio, no me siento cómoda del todo, pero como sé que quiero a la larga hacerlo, me doy tiempo para ir acomodándome. Lo mismo vale para ellos.
Podemos pactar: “Vamos a hacer esta actividad dos meses. Si después de ese tiempo no te gusta, buscamos otra.” Pero no cambiar cada dos semanas, porque nunca van a llegar a sentirse seguros.
Enseñar desde casa
Y algo más: los papás también podemos enseñar. No hace falta que todo lo aprendan afuera. Podemos jugar a los goles, hacer manualidades con cartón u otros materiales, cocinar juntos, enseñar a andar en bici, nadar. Yo les enseño guitarra en casa, aunque no soy guitarrista. Sé lo básico, y con eso les doy una base. Si después les encanta, podrán ir a una clase. Pero qué lindo también es poder compartir ese “primer paso” con nosotros.
Criar es un desafío. Las actividades extracurriculares pueden ser aliadas si las vivimos con sentido, con equilibrio y con presencia. No se trata de llenar los días, sino de llenarlos de momentos que valgan la pena.
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