“Cada vez que das a tus hijos respuestas que integran información sobre sexo y sexualidad, emociones y sentimientos, y adaptadas a cada etapa desde el punto de vista evolutivo, les estás ofreciendo mucho más que información”, dice Nora Rodríguez, educadora y especialista en pedagogía en el libro “Atrévete a hablar de sexo con tu hijo”, donde explica por qué es fundamental ayudar a los hijos a conocer y comprender con naturalidad su sexualidad.
Comparte ese mismo punto de vista Mamen Jiménez, psicóloga y sexóloga autora de “Amor con ojeras” (Lumen), al sostener que los adultos solemos pensar que la educación sexual consiste en tener “una charla” con nuestro hijo adolescente, cuando la realidad es que no hace falta una charla puntual, ya que no deberíamos esperar a la adolescencia para tratar con normalidad, en el día a día, la sexualidad.
“Debemos responder siempre a las preguntas que nos hagan de manera natural (“que las harán, además, desde que son bien peques con preguntas del tipo cómo se fabrican los bebés o por qué mamá no tiene “pito”)”.
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Explica la psicóloga que no hace falta tener “conversaciones”, sino que lo ideal es abordarlo con la misma tranquilidad y naturalidad con la que les explicamos otras cuestiones como pueden ser la seguridad vial o las normas a la mesa. “A lo largo del día, siempre surgen situaciones propicias para hablar de ello… La naturalidad es la clave”, subraya.
Esperar a la adolescencia es llegar tarde
El entorno ofrece a los niños y adolescentes conocimientos de tipo sexual. En un mundo marcado por la hipersexualización de la infancia y la adolescencia, en el que la publicidad, el cine, las series o la televisión muestran contenidos sexuales por doquier, no es difícil que la imagen que les llega a los niños -y a edades cada vez más tempranas- sea una imagen distorsionada de la realidad. Y no sólo de manera directa, ya que, algunos estudios recientes sobre acceso de niños a las nuevas tecnologías, sitúan los 9 años como la edad en la que un elevado porcentaje de los mismos ya se ha encontrado de manera accidental con contenido para adultos mientras navegaban por la red.
Hoy nuestros hijos, desde muy chicos, se topan con contenido que puede proporcionar ideas equivocadas acerca de lo que es el sexo que marcarán incluso las primeras experiencias sexuales de los adolescentes. Como señala Mamen Jiménez, “si queremos que nuestros hijos tengan una buena autoestima, que disfruten con su cuerpo y evitar con todas las herramientas que podamos que sufran abusos, esperar a la adolescencia es llegar tarde”.
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Según la autora de “Amor con ojeras”, siempre hay que tener claro que dado que las personas somos seres sexuados desde el mismo momento en que nacemos, debemos hablar en todo momento de educación afectivo-sexual, por ser “dos aspectos intrínsecamente ligados” y sobre los que educamos sin darnos cuenta desde el instante en el que nos convertimos en padres.
“Cuando tomamos a nuestro bebé en brazos, cuando los besamos, cuando los abrazamos… Todo eso es ya educación afectivo-sexual, solo que incidental, es decir, no formal como la que se produce en un colegio. De ahí la importancia de abordarlo de manera consciente también desde el principio, porque nuestro bebé se va a exponer a un mundo de descubrimiento tanto de sí mismo (su cuerpo, sus sensaciones, sobre los afectos y emociones) como de los demás”, explica.
Es importante hablar sin tabúes ni eufemismos: son las dos de las claves de una educación sexual sana
Nayara Malnero, sexóloga y autora de “Sexperimentando”, sostiene que muchos adolescentes utilizan la pornografía como sustituto de una educación sexual previa y pone como símil la idea de aprender a conducir fijándonos en cómo lo hace Bruce Willis en sus películas de acción.
A muchos padres se les hace cuesta arriba integrar esa normalización de la sexualidad desde la más tierna infancia de sus hijos y entre tabúes y eufemismos van salvando como pueden los retos que se van encontrando. Es algo que los incomoda y esperan a la pubertad, a que aparezca algún problema o, simplemente, asumen que será la escuela per sé la que cumpla con el papel de educar la sexualidad de sus hijos.
Sin embargo, ocurre que, en ocasiones, es más un trabajo previo el que debemos hacer como adultos para despojarnos de esa vergüenza y liberarnos de nuestra propia educación o falta de educación sexual, y comenzar a asumir que es una parte más de nuestras vidas.
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“Pensemos por qué nos da vergüenza y cuestionemos esa creencia, ¿de verdad es útil o tiene sentido? Además, reconocer ante nuestros hijos nuestras limitaciones o pudores es también importante para su educación. Eso sí, transmitámosles también la importancia de luchar contra esas limitaciones, de aprender y cambiar para mejor. Y si te preguntan algo de lo que no tienes ni idea, puedes decirle simplemente no lo sé, pero vamos a buscar información juntos”, reflexiona Mamen Jiménez.
Sobre los eufemismos insiste en que hay que llamar a las cosas por su nombre, y aunque le pongamos nombre a los genitales los niños también deben conocer su nombre real, porque no solo no tiene nada de malo, sino que, con ello, conseguimos normalizarlo. “La parte “sucia” del sexo la tenemos los adultos en la cabeza, no los niños, así que como padres es muy interesante revisar nuestras creencias al respecto, cuestionarlas y aprovechar la paternidad para reelaborar nuestro discurso, porque a veces no somos conscientes de ello”.
Los niños deben saber que el sexo no es tabú porque todo lo que se esconde, todo aquello de lo que no se habla es oscuro, es secreto… Y eso no es sano para nadie
Los expertos destacan que tampoco debemos ridiculizarnos ni reírnos de “sus cosas” porque “necesitamos que sientan que pueden confiar en nosotros, que pueden hablarnos de todo, de manera que si hacemos chistes con lo que nos cuentan se sentirán incómodos y perderemos la alianza”.
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En contra de lo que muchos creen, proporcionar una buena educación sexual no es incitar a la práctica: “Cuando llegue su momento van a explorar y hacer lo que deseen, por eso lo mejor es que lo hagan teniendo toda la información posible. Está demostradísimo que una actitud positiva hacia la sexualidad correlaciona con una menor tasa de prácticas sexuales de riesgo, entre otras cosas”.
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