Hemos escuchado, hablado, escrito y leído mucho sobre este estar en casa con los chicos día tras día, y seguimos sin tener una idea clara de cuánto puede durar la cuarentena. También sobre la importancia para los chicos -y para nosotros adultos- del ejercicio físico o de las tareas escolares, de armar una rutina que les permita saber a qué atenerse -y entonces pelearnos menos-, de no sobrecargalos de información y, a la vez, explicar con claridad las razones para quedarnos en casa, de no liberar el uso de pantallas, de la importancia y el valor de que jueguen, y al mismo tiempo de cuidarnos los padres para poder seguir con cierto buen humor en esta enloquecedora cantidad de tareas en la que todos estamos atrapados.
Es difícil encontrar un equilibirio interno y en las parejas: hay quienes ven solo las dificultades de la situación y quienes solo ven el placer de no madrugar y de estar en casa con los chicos
Algunos padres están angustiados y sin recursos, otros en cambio encantados de tener esta oportunidad. Y estamos también los que vamos de uno de estos extremos al otro, pasando por algunos momentos en los que logramos matenernos en el centro, con clara conciencia de lo que estamos perdiendo pero sin dejar de ver el lado positivo de lo que estamos viviendo. No nos vamos a los extremos de negación hipomaníaca ni a la deseperanza absoluta, sino que de a ratos podemos ver el medio vaso lleno y pasarla bien, pero en otros momentos solo podemos ver el medio vaso vacío y desesperarnos. Y eso mismo le ocurre a nuestro compañero de vida, de trabajo, hermano, amigo, padre, o a nuestros hijos…
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En esos momentos en los que estamos bien, en los que podemos ver el vaso medio lleno de líquido y la otra mitad llena de aire -y no vacío-, como diría mi sabio amigo Miguel Espeche, ¿cómo podríamos ayudar a los que se bandean a los extremos? O ¿cómo podrían ayudarnos ellos cuando sentimos que nos hundimos sin remedio?
En un extremo, el que se tapa los ojos es probable que no se cuide ni nos cuide bien. Además, no busca ni quiere que lo acompañemos a integrar ambas visiones, pero en algún momento lo va a alcanzar la dura realidad y se le va a derrumbar su construcción defensiva -de negación- y va a necesitar acompañamiento. Cuanto más nos dedicamos a negar, a no conectar, más fuerte será el porrazo cuando la realidad nos alcance… es inevitable que esto ocurra antes o después.
En la preciosa película “La vida es bella”, el padre construyó una realidad paralela para su hijito en el campo de concentración, pero él termina muerto y, en ese momento (que por suerte nos ahorran en la película), al hijo se le viene encima toda esa cruel realidad que su padre le evitaba.
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Cuando, en el otro extremo, nos angustiamos, nos asustamos, nos desesperamos, nos ponemos ansiosos, irritables o de mal humor, necesitamos una mano amiga que nos acompañe en el pozo y a salir de allí.
¿Cómo acompañamos para que el otro quiera escucharnos y nos sienta cerca? Con empatía, esa capacidad humana de imaginarnos en los zapatos del otro y responder desde ese lugar, sin dejarnos arrastrar por lo que siente ni tratar de convencerlo de lo equivocado de su postura. Cuando, en cambio, pontificamos y damos lecciones de vida, la otra persona nos siente lejos y, cuando perdemos la distancia y nos dejamos arrastrar por el estado del otro, nos hundimos juntos en la deseperación.
¿El vaso está medio lleno? ¡Sí! ¿Y medio vacío? Ya dijimos que no, que ese medio vaso tiene aire, no sirve para tomar pero quizás le encontremos algún valor o algún uso… Acompañemos al otro en lo que le pasa, incluso podemos enriquecernos con su mirada, quizás esté viendo algo que nosotros no vimos, no pudimos o no quisimos ver.
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Todo ésto, que en la cuarentena se agrandó y no podemos dejar de observarlo, en realidad ocurría antes también, solo que al no ser tan dramáticas las situaciones n itan extremas las posiciones a menudo pasaban desapercibidas.
Rara vez en la vida está todo bien o todo mal: algo tenemos, algo nos falta, algo nos alegra, algo nos entristece, algo nos preocupa, algo nos alivia. Practiquemos durante esta crisis de hoy tanto el enriquecernos con la mirada que la otra persona le da a la realidad como el acompañarnos y sostenernos mutuamete cuando a alguno le flaquean las fuerzas…
- Maritchu Seitún es psicóloga. Especialista en crianza y autora de los libros “Criar hijos confiados, motivados y seguros”, “Capacitación emocional para la familia” y “Latentes”, entre otros.
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