La capacidad de reconocer, poseer y dar forma a nuestras propias emociones es la habilidad maestra para profundizar la intimidad con sus seres queridos, aumentar la influencia en el lugar de trabajo y amplificar nuestra capacidad para convertir ideas en resultados efectivos.
Una abrumadora mayoría de las malas decisiones que tomamos en la vida vida son impulsivas. No son errores de lógica o productos de deliberaciones personales ineficaces sino que son errores evitables en momentos en los que uno no está dispuesto o es incapaz de manejar emociones negativas potentes. Del mismo modo, el progreso que podemos y debemos cultivar no está en los logros en el ámbito profesional, sino en la competencia emocional.
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Pero muchas veces sucumbimos ante nuestra debilidad o nuestro orgullo y buscamos excusas para justificarnos o para volcar nuestra frustración en lugar de buscar la solución adecuada o la respuesta más conveniente. Entonces, si nuestros impulsos tienden a anular nuestras intenciones en las áreas de la vida familiar o del trabajo ¿Cómo debemos hacer para orientar correctamente nuestras emociones y no perdernos en la destemplanza? ¿Podemos fortalecer este núcleo muscular de nuestra anatomía emocional?
Joseph Grenny, un autor (cuatro veces en la lista de los Best Selleres del New York Times), orador y científico social especializado en liderazgo para el desempeño empresarial, ha publicado un artículo en el Harvard Business Review que puede darnos una idea muy precisa sobre cómo acercarnos a ese objetivo.
Según este especialista en liderazgo emocional, hay cuatro prácticas hacen una inmensa diferencia en momentos importantes de una carrera profesional. Y aquí las compartimos:
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1 – Apropiarse de la emoción.
La responsabilidad emocional es la condición previa a la influencia emocional. No puedes cambiar una emoción que no posees. Lo primero que debemos hacer cuando somos atravesados por un sentimiento o impulso abrumador es aceptar su existencia y hacernos cargo de ella. “Mi guión mental -dice Grenny- es que esto es sobre mí, no sobre eso o sobre ellos.” Y agrega “Las emociones vienen preenvasadas con una atribución externa tácita. Debido a que un evento externo siempre precede a mi experiencia de una emoción, es fácil asumir que el evento lo causó. Pero mientras crea que fue causado externamente estoy condenado a ser una víctima de mis emociones.”
2 – Reconocer la historia.
A continuación, es necesario reflexionar sobre la forma en que nos relacionamos con el evento inicial que nos ha llevado a crear la emoción presente. Las emociones son el resultado tanto de lo que sucede, como de la historia que se cuenta acerca de lo que sucedió.
“Una de las prácticas poderosas que me ayuda a separarme y tomar el control de mis emociones es nombrar las historias que cuento. ¿Es una historia de víctimas – una que enfatiza mis virtudes y me absuelve de la responsabilidad de lo que está sucediendo? ¿Es una historia de villano – una que exagera las faltas de los demás y atribuye lo que está pasando a sus motivos malvados? ¿Es una historia indefensa, que me convence de que cualquier curso de acción saludable (como escuchar con humildad, hablar honestamente) es inútil? Nombrar mis historias me ayuda a verlas por lo que son – solo una de las innumerables maneras que puedo dar sentido a lo que está sucediendo” explica el especialista.
3 – Desafiar la historia.
Grenny aconseja que “Una vez que identifiques la historia, puedes tomar el control haciéndote preguntas que te saquen de tu papel de víctima o villano. Por ejemplo, me transformo de una víctima en un actor preguntando, “¿Qué estoy pretendiendo no saber sobre mi papel en esta situación?” “¿Por qué una persona razonable, racional y decente persona está diciendo o haciendo esto?” Y me transformo de impotente en capaz, preguntando:” ¿Qué es lo correcto ahora para avanzar hacia lo que realmente quiero? ”
Cuando nos preguntamos “¿Qué es lo correcto?” Se produce una liberación inmediata del resentimiento y la ira. Una humildad calmante surge y podemos empezar a hacer preguntas en lugar de presentar una defensa.
4 – Encontrar la historia primal.
Grenny se cuestiona en su artículo “A lo largo de los años, me he preguntado por qué las historias que me digo son tan predecibles. En mi investigación con cientos de líderes, he encontrado que la mayoría de las personas tienen historias habituales que dicen en circunstancias predecibles también. Las primeras experiencias de vida que percibimos aparecen como amenazas a nuestra seguridad y valor se codifican en nuestros poderosos recuerdos.”
Por ejemplo, tal vez un compañero de clase de segundo grado te haya intimidado de una manera traumática. Un padre puede haber mostrado menos aprobación que a un hermano. De estas experiencias, la parte más primitiva de nuestro cerebro codifica ciertas condiciones como amenazantes – física o psíquicamente. Y desde ese momento, uno no puede predecir cómo reaccionará cuando esas condiciones estén presentes. Cuando un colega de trabajo más grande levanta la voz, su cerebro podría conectarse con la vieja experiencia intimidatoria.
He encontrado una mayor paz a lo largo de los años, cuando me he dado cuenta del origen primitivo de las historias que cuento y aprendí a desafiar la percepción de que mi seguridad y valor están en riesgo en estos momentos” aclara Grenny.
Y concluye su artículo diciéndonos que “trabajando intencionadamente en estos ejercicios simples, mis éxitos son mucho más habituales que cuando no lo hacía.”