El hambre sigue siendo uno de los desafíos más urgentes del desarrollo, sin embargo el mundo produce alimentos más que suficientes. Recuperar tan sólo la mitad de lo que se pierde o desperdicia podría bastar para alimentar al planeta.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), hay en el mundo 870 millones de personas que no pueden satisfacer los requerimientos de un régimen alimentario equilibrado o que ni siquiera alcanzan a alimentarse al menos para no pasar hambre.
Sin dudas, al cruzar esta información con otros datos también aportados por organismos internacionales, nuestra sorpresa puede convertirse en indignación. La cuestión es que ellos podrían alimentarse no solo correctamente en cantidad sino también en calidad si pudiéramos aprovechar lo que diariamente se desperdicia en alimentos. Los datos fríos indican que en el mundo el desperdicio global de alimentos equivale a unos 970 millones de dólares al año.
Considerando solo los Estados Unidos, en el año 2010 el 31% de los 430 mil millones de libras de alimento listo para ser ingerido en el país, no fue consumido. Se trataría nada más y nada menos que de 133 mil millones de libras de pan, queso, carne, frutas, vegetales y todo otro tipo de alimentos.
Esto, traducido en comparaciones y porcentajes, significa que son 161, 6 mil millones de dólares destinados a alimentos que se esfumaron entre los desperdicios o lo que es más contundente, 141 billones de calorías que no se consumieron.
Es un exceso desmedido siempre, pero especialmente lo es en una época como esta, en la que casi mil millones de personas pasan hambre, y el desperdicio desmedido de alimentos representa una pérdida de mano de obra, agua, energía, tierra y otros insumos utilizados en la producción de esos mismos alimentos.
Si bien la toma de conciencia sobre lo obsceno de este tipo de derroches es cada vez más amplia y obtiene cada vez más adhesiones, hay grupos que están a la vanguardia a la hora de actuar en pos de no malgastar inútilmente lo que producimos para alimentarnos.
Tal es el caso de Food Runners, una organización con sede en San Francisco, Estados Unidos que trabaja para reducir el desperdicio de alimentos y aumentar la conciencia sobre el problema. Un grupo de voluntarios se dirige cada día a grandes compañías de la zona como Google, Twitter y Airbnb, para recoger la comida sobrante, que luego es entregada a quienes la necesiten.
“A finales de los años 90 había mucha gente que no se preocupaba por esto”, apunta María Risley, una de las fundadoras de Food Runners, “pero ahora, hay muchos millennials que dirigen sus propias empresas a quienes esto sí les importa. Yo admiro a las personas que trabajan duro ante sus computadoras durante doce horas al día”.
En 1987, Risley tuvo una simple pero genial idea: donar alimentos de los que tienen demasiado a aquellos que tienen demasiado poco. Fue así que ella junto a un pequeño grupo de profesionales interesados convencieron a otros colegas en la industria alimentaria para rescatar su exceso de comida, que ella y algunos amigos salían diariamente a recoger en sus coches y luego entregaban a los refugios locales y programas de alimentación. Hoy en día, los “corredores de alimentos” tiene más de 250 voluntarios activos, y más de 450 restaurantes, catering, tiendas de abarrotes, mercados de agricultores y otras empresas que donan regularmente alimentos perecederos y preparados.
Considerando que hay 795 millones de personas desnutridas en el mundo, podemos decir que una de cada nueve personas no reciben a cantidad de comida necesaria y con las condiciones apropiadas para ser considerada “sana”, según el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas.
“Creo que estamos pasando de una sociedad increíblemente derrochadora a una sociedad que comparte, y no hay nada más importante que compartir el sobrante de alimentos”, concluyó Risley.”Quiero que todos sepan que no hay razón para desechar alimentos en San Francisco”. Un claro ejemplo a seguir.