La llamada “economía gig”, una frase cada vez más en uso proveniente de un término anglosajón que tiene su origen en los conciertos (gigs) de los músicos de jazz en Estados Unidos, está sonando fuerte en el mundo del empleo y se presiente como una de las nuevas modalidades a las que nos vamos a tener que acostumbrar o mejor dicho, a las que ya nos vamos acostumbrando.
Según una definición, la “economía gig” se trata “un mercado de trabajo caracterizado por la prevalencia de contratos a corto plazo o por el trabajo independiente, en contraposición con los empleos permanentes”.
Según cómo lo veamos, es un ambiente de trabajo que ofrece flexibilidad con respecto a las horas laborables, o … es una forma de explotación con muy poca protección en el lugar de trabajo.
El auge de las compañías y aplicaciones de Internet que ponen en contacto a trabajadores con clientes (Uber para coches con conductor, Deliveroo para entregas a domicilio con repartidores en bici, Taskrabit o Cronoshare para tareas que van desde escribir un guion hasta desarrollar un software) está provocando que millones de personas hayan perdido la condición de empleados, y con ello el derecho a tener vacaciones o bajas por enfermedad pagadas, conseguir un crédito o planificar las finanzas del hogar.
Historias de vida (o casi)
La revista The New Yorker rescató una típica historia del siglo XXI que apareció en el blog de la compañía Lyft, una empresa de transporte de pasajeros tipo Uber. “La conductora y mentora de Lyft, Mary, tenía nueve meses de embarazo cuando recogió un pasajero la noche del 21 de julio”, comienza el texto. “Aproximadamente a una semana de la fecha en que debía parir, Mary decidió conducir por unas horas después de un día de tutoría.” Casi que podemos adivinar lo qué pasó después.
Mary, que estaba conduciendo en Chicago, recogió a unos cuantos pasajeros, y luego comenzó a tener contracciones. “Como ella todavía estaba a una semana de su fecha de parto”, escribió Lyft, “asumió que era simplemente una falsa alarma y continuó conduciendo.” Como las contracciones seguían, Mary decidió conducir al hospital.
Puesto que no creía que estuviera entrando en trabajo de parto -continuó Lyft-, se quedó en “modo de conductor” y recibió una solicitud de viaje en el camino hacia el hospital.
“Por suerte”, como dijo Lyft, el pasajero pidió un corto viaje. Después de completarlo, Mary fue al hospital, donde le informaron que estaba en parto. Ella dio a luz a una hija. El post concluye con una llamada para que cuenten historias similares: “¿Tienes una emocionante historia de Lyft que te gustaría compartir?”
La historia de Mary se ve diferente según quien la cuente. Dentro de la alegre maquinaria de relaciones públicas de Lyft, Mary es un ejemplar de trabajo duro y dedicación-este último es, quizás, difícil de encontrar en una empresa que se niega a clasificar a sus conductores como empleados.
La dedicación de Mary, mientras ella estaba en trabajo de parto, es un ejemplo “emocionante” de cómo el empleo flexible basado en aplicaciones puede llegar a ser. Algo sí como “Usted puede hacer un dinero rápido con Lyft en cualquier momento, incluso cuando su cuello uterino se está dilatando”.
Esta historia se suma a muchas más. El último intento de traer un grado de claridad legal a la situación de empleo de las personas en la “economía gig” ha estado en un Tribunal de Apelación británico.
Una firma londinense, Pimlico Plumbers, perdió el viernes su apelación contra una sentencia anterior que decía que uno de sus plomeros desde hace mucho vinculado a la firma era un trabajador – con acceso a los derechos básicos, incluyendo pago de vacaciones – en lugar de un contratista independiente.
Al igual que otros casos de naturaleza similar, como los que involucran a Uber y Deliveroo, el resultado será ahora escudriñado de cerca con respecto a los derechos laborales de los millones de personas empleadas en la gig económica.
Flexibilidad
En la economía gig, en lugar de un salario regular, los trabajadores reciben el pago de los “conciertos” que hacen, como una entrega de alimentos o un viaje en coche.
Las changas o chapuzas, esos trabajos esporádicos y puntuales que antes eran formas propias de profesionales como músicos, cantantes o pintores de brocha gorda, ahora se convierten cada vez más en el modus vivendi de ingenieros, arquitectos, periodistas o abogados.
Los defensores de la economía gig alegan que la gente puede beneficiarse de la posibilidad de trabajar con un horario flexible, inclusive controlando cuánto tiempo pueden trabajar y combinándolo con otras prioridades de sus vidas.
Por otro lado, el carácter flexible a menudo ofrece beneficios a los empleadores, ya que sólo pagan cuando el trabajo está realizado, y no incurren en gastos de personal cuando no hay demanda.
Mientras tanto, los trabajadores en la economía gig se clasifican como contratistas independientes. Esto significa que no tienen protección contra despido injustificado, derecho a la indemnización por despido y el derecho a percibir el salario mínimo, las vacaciones pagadas o la indemnización por enfermedad.
Son estos aspectos los que resultan polémicos. Y por supuesto que no todo es tan claro ya que el negocio importante es el que obtiene el intermediario, ya sea una empresa de trabajo temporal o el dueño de una aplicación informática, quienes se quedan con una tajada de la torta a partir de llevarse una comisión.
El camino del (auto) reconocimiento
Sin embargo los intentos por legalizar la situación, como hemos visto, comienzan a aparecer. En los últimos meses, más allá de la que mencionamos de Pimlico Plumbers hubo otras dos audiencias que han ido en contra de los empleadores que buscan clasificar al personal como contratistas independientes.
En octubre pasado, los conductores de Uber en el Reino Unido ganaron el derecho a ser clasificados como trabajadores en lugar de contratistas independientes.
El fallo del tribunal de empleo de Londres significa que los conductores de la aplicación de pasajeros tendrían derecho a vacaciones pagas, pausas pagadas y el mínimo nacional de remuneración.
Los mercados se amplían
En Estados Unidos, el Buró de Estadísticas Laborales (BLS) considera que el fenómeno está creciendo rápidamente. Entre 2003 y 2013, todos los sectores de la industria experimentaron un crecimiento en las empresas que trabajan de este modo. El sector catalogado como “otros servicios” ganó casi 1 millón de negocios no empresariales durante ese tiempo, más que cualquier otro. Muchas de las ocupaciones de esta área incluyen servicios a demanda, tales como paseo de mascotas y reparación de electrodomésticos.
Por otro lado hay un incremento de 800.000 en el sector administrativo, 600.000 en los servicios técnicos, profesionales o científicos, 400.000 en el sector de la salud, 200.000 en el sector del transporte.
Los sectores de mercado ya consolidado más dados a esta nueva ola son según el BLS:
- Informática: diseñadores web, desarrolladores de software o programadores, que suelen ser contratados para proyectos concretos, como crear una página web para un negocio o un nuevo tipo de software.
- Arte y diseño: músicos, diseñadores gráficos o artesanos que se emplean en la adaptación de productos.
- Construcción y extracción de recursos: carpinteros, pintores y obreros.
- Medios y comunicación: escritores técnicos, intérpretes y traductores y fotógrafos.
- Transporte y mudanzas: las aplicaciones de coches con chófer o compras bajo demanda que son entregadas a domicilio.
Probablemente en la raíz de esto está la obsesión con la autosuficiencia, que hace más aceptable aplaudir a un individuo para trabajar él mismo hasta la muerte que argumentar que un individuo que trabaja hasta la muerte es evidencia de un sistema económico defectuoso.
El contraste entre la retórica de la gig economy (todo el mundo está siempre conectándose, divirtiéndose y trabajando a destajo) y las condiciones que le permiten existir (falta de empleo confiable que paga un salario digno) hacen que esta incongruencia en nuestro pensamiento sea especialmente clara.
Algunos de los empleados en esta nueva economía pueden hacerlo por la libertad laboral que les permite, sobre todo para los que se dedican a las clásicas “profesiones liberales”. Pero viven en una angustia casi permanente. Es enormemente difícil planificar el futuro financiero, o conseguir un préstamo.
Historias de interés humano sobre la belleza de alguna persona que se enfrenta a los castigos del capitalismo tardío son temas comunes en las noticias también. Como el caso de alguien que camina 3 kilómetros a su trabajo cada día para ahorrarle al mundo la emisión de los gases tóxicos de un vehículo. Nunca se menciona ni siquiera implícitamente la vergüenza de un trabajo que no permite a un trabajador pagarse el propio viaje hasta la oficina.