“Pidiendo limosna por la calle sentí lo que significa ser invisible”. Fueron las conmovedoras palabras de Monseñor Donald Bolen, nombrado arzobispo de Regina por el Papa Francisco esta semana.
Pidió limosna por las calles para poder comer. Vivió las dificultades para encontrar un lugar para lavarse o donde le prescribieran una medicina
Todas estas son fatigas cotidianas en la vida de una persona sin hogar; pero son un poco menos cotidianas si el que las lleva a cabo es el obispo de una ciudad. Esto es justamente lo que vivió durante 36 horas Monseñor Donald Bolen, que desde 2009 es obispo de Saskatoon en Canadá, y a quien justamente el lunes pasado el Papa Francisco nombró arzobispo de Regina, en la misma provincia de Saskatchewan.
Monseñor Bolen, de 55 años, se sumó a una campaña de sensibilización sobre las personas sin hogar promovida por el ente local Sanctum Care Group, que se ocupa de ofrecer asistencia a los enfermos de sida.
Participaron diez personalidades de Saskatoon: desde el jefe de la comunidad nativa hasta un profesor universitario, pasando por el cantante «folk», el ex policía y, efectivamente, el obispo. Todos ellos tuvieron que vivir de incógnito durante un día y medio en las calles, en una especie de «reality-show».
Ropa de segunda mano y sin nada de dinero; solamente llevaban un celular para poder ser ubicados en cualquier momento. Cada uno de los participantes tenía una tarea, para que sintieran verdaderamente en esas pocas horas cómo es la vida concreta de una persona sin hogar.
Después, finalizadas las 36 horas, en una cena para reunir fondos para un nuevo centro que se ocupará de cuidados prenatales para los hijos de madres con sida; se escucharon las experiencias de cada uno de los que participaron en la iniciativa, que contaron lo que vivieron 36 horas antes. La sensación más fuerte, es la de experimentar la vulnerabilidad de las situaciones en las que nos encontramos. En el barrio en el que vivo hay muchas situaciones que conocía, había escuchado hablar de ellas, pero ahí tuve la oportunidad de vivirlas en la piel, de experimentar la dureza y el dolor que hay a pocos pasos de mi casa, así como la alegría de las relaciones simples entre las personas», dijo Mons. Bolen.
«Disminuir el paso y estar presente de verdad por las calles del barrio me hizo comprender muchas cosas. Cuando vas lento, cuando te vuelves vulnerable, cuando la realidad te lleva a afrontar cualquier situación y entrar en una relación para tratar de encontrar un dialogo, hay muchas cosas que se te quedan».
Una de las experiencias más fuertes para el obispo Bolen fue justamente la de sentarse con una gorra a pedir limosna en una esquina de la Calle 20, en el centro de la ciudad. «Estaba con Félix, estuvimos ahí más de una hora. Además de sus parientes que pasaron a saludarlo y otra persona que le dijo ‘Hola’, nadie nos dirigió ni una mirada.
Fue la experiencia de la invisibilidad de las personas sin hogar y de todos los que son pobres o débiles
Bolen aseguró, después de enterarse del nombramiento como arzobispo de Regina, que seguirá «sirviendo a los que viven al margen y en las periferias», con una particular atención por las poblaciones nativas: «Trataré de caminar con ellos, aprendiendo de ellos y comprometiéndome en la forma de diálogo que es posible ahora».
Y también seguirá como modelo la manera en la que Papa Francisco logra mantener juntas la petición de justicia, desde el punto de vista de las estructuras sociales, con la disponibilidad a no perder de vista «al pobre o a quien tiene necesidades concretas y que se encuentran en la calle». «Hacer que dialoguen estos dos aspectos es encarnar de manera creíble la Doctrina social de la Iglesia».