Por favor, con la Plaza no. Otra vez no. La acaban de rehacer completa, con meses de trabajo y el esfuerzo de todos los porteños que, con sacrificio, pagan sus impuestos. Y está hermosa: por cómo quedó, pero mucho más por la huella invisible de todos quienes la pisaron para festejar, para protestar o al menos para sentirse menos solos ante una desgracia.
La Plaza de Mayo es un escenario único de la historia argentina, donde los patriotas de Mayo exigieron saber de qué se trababa; donde Perón se llenó los oídos con la música más maravillosa -que es la voz del pueblo, según dijo aquel último día frente al balcón-; donde las Madres trasegaron sus baldosas para reclamar en silencio por sus hijos desaparecidos; y donde una estampida de jóvenes giró por única vez su cuello para mirar hacia el Cabildo, donde Raúl Alfonsín celebraba el el retorno a la democracia en 1983, entre otras tantas escenas inolvidables.
La Plaza de Mayo dice mucho de nuestra historia y dice mucho de nosotros. Ese escenario tan querido es también un espejo triste y doloroso cuando nos devuelve nuestro desdén por esa misma historia y por aquellas sagradas pisadas. Lo hace cada vez que la Catedral, la vieja sede de la municipalidad o el mismo Cabildo aparecen rayados de grafitis, ensombrecidos por el humo de fogatas o sencillamente rotos por manifestantes que, de esa manera, sólo muestran su incapacidad para demostrarse a la altura de la democracia que tanto costó recuperar.
Por favor, con la Plaza no. Griten, aplaudan, insulten a quien quieran y a quien no quieran. Pero no destruyan lo que es de todos, de ustedes también. Y también de esos desposeídos y nadies a quienes ustedes dicen representar y por cuyo futuro juran pelear
Por favor, con la Plaza no. Duele cada piedrazo, cada pintada o baldazo que tantas veces dejaron como testimonio bárbaro de muchos actos y marchas que ensucian sus mejores intenciones al despedirse dejando una Plaza herida o destrozada.
Reabren la Plaza de Mayo con renovado diseño
Por favor, con la Plaza no. Que sus mudas palmeras no causaron la furia que a veces descargan contra ellas. Que sus fuentes no tienen culpa de nuestros desencuentros y esta cada vez más poderosa fuerza disolvente que nos separa y nos enfrenta por motivos atendibles, pero que jamás pueden superar los argumentos por los cuales debemos estar unidos pese a nuestras diferencias. O justamente por esas diferencias, que nos enriquecen y nos hacen únicos en el mundo.
Por favor, con la Plaza no.
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