Algunos dicen que fueron a su primera Daybreaker porque un amigo los desafió a levantarse temprano, otros porque querían estar en las fotos y videos épicos. Varios para decir que fueron a esta experiencia increíble y vivieron para contarlo.
El miércoles 22 de noviembre de 2017 Daybreaker llegó a Buenos Aires por primera vez y sus organizadores dijeron:
“Estamos felices de poder llevar la magia que viene inspirando a tantas ciudades del mundo a despertar y bailar”
Yendo a un Daybreaker
- ¡Lookeate de acuerdo a la temática! Cada Daybreaker tiene una temática y lookearse es lo que le pone pimienta a la cosa
- ¡Anotate para el Yoga! Los eventos comienzan con una súper sesión de yoga para comenzar la mañana llenos de energía. Los cupos son limitados, pero también existe una opción de tickets de “Sólo Baile”
- ¡A bailar! Olvidate de todos tus prejuicios y dejá salir a tu verdadero ser interior
Gastón Silberman, de 47 años, uno de los organizadores del evento de marzo, que se repetirá en junio, aunque aún no está la fecha exacta, cuenta:
“Fui a una Daybreaker en Nueva York, donde me invitó un amigo, y me encontré a las 6 de la mañana haciendo yoga, bailando. Conocí a la emprendedora y decidimos traer la propuesta a Buenos Aires”.
La movida de las fiestas de la mañana llegó a Buenos Aires
La propuesta es atípica. Arranca con una sesión de yoga de cuarenta minutos. A las seis de la mañana, una instructora pide abdominales y posiciones de estiramiento.
Después las colchonetas desaparecen del suelo. Las luces blancas se apagan, y se encienden las luces de colores. El salón se convierte en un boliche.
La transformación dura dos horas y en ese tiempo parece de noche. Pero aunque la escenografía nocturna esté reproducida a la perfección, las reglas del juego son distintas.
No hay alcohol, ni cigarrillos, ni drogas
Hay muchas ganas de divertirse, una barra que sirve leche de castañas de cajú, alfajores de arroz y botellas de agua. En la pista, los más de cien asistentes bailan con un jugo de naranja en la mano, y en vez de fumar comen frutas disecadas.
Cerca de las nueve de la mañana se apaga al compás de la música. Los organizadores suben al escenario e invitan a todos a sentarse en el suelo anunciando que falta algo. Que el día todavía no terminó.
El lugar se sumerge en un silencio potente y comienza la relajación. Es un momento poderoso: en diez minutos no pasa nada, nadie abre los ojos, nadie suelta una palabra. La meditación acaba con un aplauso lleno de energía para ir a trabajar.