Pertenezco a una generación que se acostumbró a jugar mundiales. Una generación que vivió el fracaso de Corea y Japón y que se emocionó hasta las lágrimas con la final alcanzada en Brasil.
Pero no sólo es mi generación la que se acostumbró a estar entre los 32 que disputan la Copa del Mundo. Mi papá nació en 1970, justamente la última vez que Argentina no jugó el Mundial y, por ende, él también se acostumbró a jugarlo.
Lo que hoy me genera el equipo de Sampaoli no es bronca, como sí pasó en otros momentos. Es mucha tristeza, angustia, como quieran decirle. Es ver un equipo que intenta y quiere ganar, pero no puede. El clásico: “no le da la nafta”.
Ayer, sobretodo en el primer tiempo, hicieron todo lo posible por ponerse en ventaja. Pero el gol no llegó. Como ya es habitual en este equipo “Messidependiente”. Desde que Maradona era el técnico, esta selección depende de “la Pulga”, pero depende cada vez más.
¿Por qué? Porque los técnicos se dejan llevar por los comentarios externos y no citan a Higuaín y dejan sentado en el banco de suplentes a Agüero y jugadores que, sumando los de Messi, alcanzan los 66 goles con la celeste y blanca. Justo en un momento en el que necesitamos goles…
Entiendo el “recambio” del que se habla. Pero, ¿es realmente necesario? Siempre parece que lo que está afuera es mejor pero… ¿Es Icardi mejor que Higuaín? ¿Es Dybala muy superior a Agüero? Yo, realmente, no lo sé…
Quedan dos partidos. 180 minutos (90 en Argentina con Perú y 90 en Ecuador) que marcarán el futuro de nuestra Selección. Sólo espero que ganemos… Por favor que clasifiquemos para ir a Rusia y que esta tristeza quede en el olvido como un mal recuerdo.