Dentro de muy poco tiempo, las personas mayores de 60 años serán más que el grupo de menores de 15 por primera vez en la historia de la humanidad. El mundo, entre los varios procesos que vive de transformación, se encuentra inmerso en un proceso de envejecimiento demográfico que es global.
En América Latina, los mayores de 60 años son el 11% del total de la población y serán cerca del 25% en un plazo de aproximadamente 35 años más, algo así como la mitad del tiempo de lo que tardo Europa en recorrer ese mismo camino. A nivel mundial, las personas mayores de 60 años representan el 12% de la población y en Europa, la región más envejecida del mundo, el 24%.
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Este proceso de transición demográfica reconoce fundamentalmente dos causas: bajas tasas de natalidad y un aumento en la expectativa de vida. Con esta situación, se pueden identificar dos fenómenos: en primer lugar, el aumento de la cantidad de personas mayores; el segundo, la necesidad de afrontar sus requerimientos que son muy diferentes al resto de los otros grupos etarios.
Una muestra de ello es que cada día nos enteramos de alguien que en la segunda mitad de su vida mejoro un récord, decidió emprender, o publicitar una firma o producto, como el caso de Catherine Deneuve con cosméticos L’Oreal o Robert De Niro con la firma Ermenegildo Zegna.
Ahora bien, nuevas etapas y, en este caso, un nuevo grupo social, traerá consigo una serie de cambios sociales. Cambios que no solo son de índole cuantitativa, sino cambios cualitativos
En ese sentido, estamos observando cómo el concepto de longevidad, entendido como el tiempo de vida de una determinada especie, se está redefiniendo. El hecho de que un privilegio que hasta hace 100 años era reservado para unos pocos, hoy comienza a ser una experiencia colectiva que en promedio la mayoría de nosotros viviremos. Una cohorte de personas que son las más educadas y comunicadas en la historia de la humanidad y que, por ello, nos obligan a repensar el paradigma de la nueva longevidad.
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Cuando en 2002 la Organización Mundial de la Salud público el “Marco político de envejecimiento activo” sentó las bases de las diferentes aproximaciones que este desafío requería. Sin embargo, ocurrieron dos situaciones que mostraron que era necesario otra mirada y análisis.
La primera cuestión fue que en muchos lados se banalizó o trivializó el concepto de envejecimiento activo, considerando aspectos muy parciales de ese marco político. Sobran ejemplos donde muchos tomadores de decisión se conformaron con una foto en la prensa sin implementar estrategia alguna o simplemente una actividad de recreación que por ser actividad física se consideró envejecimiento activo.
El otro aspecto tuvo que ver con que, por emanar de la OMS, se trató de un marco referencial “desde arriba hacia abajo”, desde los órganos rectores de la política a la población, lo que colocaba a las personas mayores en un rol de toma de decisión limitada ante acciones que provenían de ámbitos de gestión política en la que en muchos casos no eran consultados.
A esta situación se le sumó el hecho de que el envejecimiento activo fuera reemplazado años más tarde en la misma OMS por el concepto del envejecimiento saludable, pasando de una aproximación de política pública a una visión netamente sanitaria.
A diferencia de estos dos antecedentes, la nueva longevidad es una oportunidad única que nos ofrece el siglo XXI. Ninguna generación previa en la evolución humana ha tenido el privilegio de imaginarse una segunda mitad tan intensa e interesante como la actual
Una etapa que no solo es la más larga de nuestro curso de vida, sino que no deja de extenderse. Sin embargo, nuestra sociedad aún se gestiona con normas y se estructura con un pensamiento que remonta al siglo pasado.
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La nueva longevidad no solo es vivir más, sino vivir integrados, plenos y protagonistas, pero para ello debemos pensar, diseñar e implementar una serie de cambios que nos conduzcan a la plenitud personal y como sociedad. Una sociedad que, por otro lado, estará conformada cada día por más personas mayores y que deberá anclar y propiciar una cultura del cuidado, la solidaridad y los derechos.
Por ello necesitamos sentar juntos las bases para el diseño de una nueva longevidad que considere una serie de aproximaciones como son los derechos, la ciudadanía plena y activa, la economía plateada y el mercado laboral entre otros.
Es habitual escuchar que “la sociedad está envejeciendo”. Se trata de un error conceptual, las que envejecen son las personas y, por lo tanto, la población. La sociedad puede tomar distintos caminos frente a un desafío que encierra muchas oportunidades. Que no se nos pase el tiempo de oportunidad es algo que seguramente agradeceremos todos, por nuestro propio futuro.
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