Hace ocho años titulé así un artículo sobre esta fecha tan trascendente. Aunque el título mantenga plena vigencia, siempre es bueno recordar lo que pensamos tiempo atrás para repensarlo desde nuestra visión actual.
Así advierto que aquella nota alertaba sobre el uso comercial del Día Internacional de la Mujer y la consiguiente promoción del consumo bajo ese pretexto. Es bueno sentir que ese ya no es un problema significativo. Pocos se animarían hoy a utilizar el aniversario para fines tan penosamente opuestos a su sentido profundo.
Realidad actual
Lamentablemente varios otros de mis pensamientos de entonces aplican a nuestra realidad:
- La brutal y absurda discriminación, sin más base que la dominación ejercida por los hombres fue una constante a lo largo de la historia y, ese atropello constante se caracterizó por ocurrir en todos los segmentos de la sociedad, con independencia de su nivel económico o cultural.
- Miles de años han sido necesarios para eliminar, uno a uno, los absurdos argumentos con los cuales se justificó un sometimiento que hoy casi nadie se anima a sostener –al menos en buena parte del mundo- sin ser considerado un troglodita.
- A pesar de ello cientos de millones de mujeres en muchos países siguen sin alcanzar, no ya la igualdad plena sino la integridad de los derechos que definen a una persona como tal según los tratados internacionales.
- No obstante hay que destacar que los avances en el campo jurídico han sido grandes aunque, en paralelo, los avances en el mundo real sean notoriamente más lentos.
- La igualdad real, de acceso a cargos públicos y privados, de salarios por tareas equivalentes, de oportunidades en cualquier campo, sigue siendo un objetivo cuasi utópico, algo que “debiera” alcanzarse “en algún momento”, nunca, por supuesto, en el que vivimos. Periódicamente se reeditan los intentos de mantener a la mujer dentro del concepto de objeto, en particular en el plano sexual.
- En materia de violencia de género, se advierten avances valorables que, sin embargo, conviven con horrendos crímenes contra las mujeres que están lejos de disminuir.
Hace ocho años la figura del femicidio no había calado aún en la sociedad ni en la Justicia, más allá de haberse ya incorporado al Código Penal. Hoy, aunque el recorrido sigue siendo complejo y doloroso, algo se ha avanzado hacia la dirección correcta.
Lo más destacable, sin duda, es la toma de conciencia social sobre la magnitud del drama. El movimiento NI UNA MENOS fue y es decisivo para ello y se siguen consolidando el repudio y la indignación ante crímenes que durante tantos años pasaban casi desapercibidos o, cuando menos, eran abiertamente minimizados.
Pese a ello, mientras que en 2018 y 2019 se registraba un femicidio cada 32 horas, en los 60 días iniciales de 2020 hubo uno cada 23 horas. Dos tercios fueron cometidos por parejas o ex parejas de las víctimas y el 60% en sus propios domicilios.
Ante semejante horror es preciso resaltar que sólo la persistencia de cierta apoyatura o justificación en sectores de la sociedad puede explicar que el número de mujeres víctimas de femicidios no sólo no se reduzca sino que, durante los primeros meses de este año, haya crecido de manera brutal
El camino sigue siendo largo y sinuoso, duro, difícil. Luchamos contra prejuicios de muy antigua data que viven en nosotros, tanto como para que las palabras asuman demasiadas veces el masculino como si fuera neutro.
Para los hombres esta lucha se asemeja a la de quienes, hombres y mujeres, pelearon –y pelean contra el racismo pese a no ser parte de los discriminados por su origen racial.
Se pueden tener las mejores intenciones y hacer aportes significativos pero eso no implica, en absoluto, lograr meterse en la piel de quienes padecen ese horror
El Día Internacional de la Mujer es una fecha para la reflexión y el compromiso, para que una discriminación canallesca que lleva miles de años y comprende a la mitad de la humanidad, siga retrocediendo hasta desaparecer.
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