Daños incalculables, cuadros apocalípticos, vientos de hasta 300 kilómetros por hora, la sensación de que “nunca se había vivido algo parecido”.
Son las palabras mediante las cuales las primeras víctimas intentan expresar la magnitud del huracán Irma que amenaza ratificar los pronósticos que lo anuncian como el más destructivo de la historia.
Hay algo más grave que el huracán y sus efectos. Algo que debería ser preocupación central de la humanidad y, por cierto, a corto plazo: es muy posible que Irma pierda rápidamente su posición de privilegio en el ranking de la destrucción.
Hace escasos días otro brutal fenómeno meteorológico, Harvey, causó daños a niveles inéditos en una extensa región de los Estados Unidos. Se lo describió con términos parecidos, se lo vivió como algo inédito. Ahora Irma promete superarlo en varios aspectos, por de pronto en la violencia insoportable de sus vientos y la consiguiente magnitud de las inundaciones.
No se trata de percepciones ni de cuestiones opinables.
Hace décadas que los más destacados científicos han establecido los efectos del calentamiento y el consiguiente cambio climático. Hace mucho sabemos que las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por la humanidad son factores críticos y determinantes del mayor riesgo que afronta la especie
La dirigencia global no fue eficaz ni asumió sus responsabilidades durante demasiado tiempo pero el Acuerdo de París de finales de 2015 marcó un hito fundamental, no sólo por la asunción del problema y su magnitud sino porque pareció ser el comienzo de un difícil camino para enfrentarlo. Lamentablemente el actual gobierno estadounidense provocó un fuerte e impensado retroceso al asumir una postura absurda e infundadamente negacionista de una realidad que ya está entre nosotros y vino para quedarse.
El clima definitivamente “se volvió loco”. Las temperaturas, las tormentas, los vientos, los fenómenos meteorológicos en general se han convertido en inciertos a niveles que no podíamos imaginar apenas unos años atrás
Mientras los huracanes compiten en el ranking del poder de destrucción los máximos dirigentes de los principales países de la Tierra siguen sin asumir su responsabilidad.
Baste pensar que no hubo todavía una campaña mínimamente seria para ahorrar las inmensas cantidades de energía que se malgastan a diario, sobre todo en los países más desarrollados y en los sectores de mejor nivel de vida. Seguimos sin desplegar acciones enérgicas y urgentes para reducir las emisiones y lograr que la temperatura del planeta no siga aumentando.
Las imágenes de las paradisíacas islas del Caribe destrozadas por Irma nos duelen y todo indica que son apenas el comienzo del gigantesco daño que puede ocasionar en toda la región
Ojalá podamos comprender a tiempo la dimensión de la amenaza y decidamos, al fin, encararla.