Mayores y cuarentena: por qué la edad no es lo más importante

Si bien está probado que los mayores de 70 años tienen más riesgo de complicaciones, los expertos en adultos mayores sostienen que se debe aliviar el encierro en función del estado de salud y las enfermedades de base, y no según los años cumplidos.
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Los niños primero, está claro. Pero, luego de ellos, los adultos mayores esperan turno para volver a disfrutar el mundo exterior y aliviar el encierro que sufren desde hace varias semanas y que parece no tener fin. Salir un rato se vuelve tan importante como respirar cuando el tiempo pasa y el horizonte no asoma. Por eso, según los especialistas en gerontología y geriatría, es fundamental dejar de pensar sólo en la edad como criterio para habilitar un paseo al aire libre y tener en cuenta que hay problemas -como la depresión- que pueden tener un impacto aún peor que el Covid-19 en estas poblaciones.

Es que el criterio de edad no convence del todo a quienes saben que la nueva longevidad debe considerar otros criterios. Sobre todo cuando se habla de mayores de 65 años como si fuera un grupo homogéneo y como si no hubiera diferencias abismales entre 70, 80, 90 o incluso más

Lo dijo de manera contundente José Augusto García Navarro, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología: “La edad, en general, no es criterio para nada porque es biológica, no cronológica”. Y lo mismo repiten los expertos de distintas partes del globo.

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Si se usa barbijo, se cumple el distanciamiento y se toman los cuidados de higiene recomendados, protegiendo al máximo la seguridad, no habría por qué prohibir a los mayores una salida diaria. Es más: los médicos insisten en que el ejercicio físico es uno de los pilares del envejecimiento saludable, junto a la dieta y la actividad mental, y que el aislamiento puede ser más grave que el Covid-19 mismo.

Por eso los médicos recomiendan que, a la hora de definir quiénes deben sostener una cuarentena estricta, deberían priorizarse otras cosas. Por ejemplo, las personas que tienen patologías de base o comorbilidades. Un dato: un flamante estudio realizado en España revela que algunas enfermedades asociadas tienen una gran influencia en la evolución de la infección por coronavirus: una cardiopatía isquémica previa aumenta 7 veces las posibilidades de morir de Covid. La diabetes y la hipertensión mal controladas y las enfermedades autoinmunes multiplican por seis el riesgo de complicación del coronavirus.

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Un “proteccionismo” que no ayuda

“Hay algo importante que sumar a la idea de que la edad no es un indicador confiable, que represente realmente lo que es el estado funcional de la persona mayor: es fundamental promover un enfoque ético, una aproximación en la que se respete lo que cada persona representa, teniendo en cuenta la diversidad, la individualidad y el respecto a la dignidad”, subraya Diego Bernardini, médico de familia argentino, especialista en nueva longevidad. “Necesitamos un cambio de chip cualitativo: hay que ofrecer apoyos, soporte, sustento social, pero no imponerlo como si fueran niños. Para cuidar uno tiene que conocer y no está viendo que los que deciden conozcan a este universo”, dice.

Lo cierto es que el Covid-19 ha logrado poner luz sobre los “adultos mayores”, algo súper interesante si se lo aborda bien. Según Bernardini, muchos enfoques están cometiendo el error “de poner en la misma bolsa una diversidad enorme de personas muy diferentes. Si pensás desde los 60 años, tenés una diferencia de 30, 40 años con gente de 90 o 100, que en algunos lugares no es poca. Es clave entender que esta nueva longevidad es la etapa de vida más larga que tiene la persona, más larga que la adolescencia, la juventud y la adultéz media”.

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Atender la nueva longevidad

Al hablar de “adultos mayores”, entonces, estamos agrupando a millones de personas con edades, entornos y estados de salud muy diferentes. Esto no implica que la edad no sea un factor de riesgo. “Como está demostrado que las personas mayores son más susceptibles a desarrollar complicaciones con el nuevo coronavirus, hasta que aparezca la vacuna o algún tratamiento es recomendable que estén en casa el mayor tiempo posible o que salgan con todos los cuidados que se aconsejan en este momento, pero ésto no implica tratarlos como niños, vulnerar sus derechos y no respetar su autonomía y su identidad”, subraya Diego Bernardini.

“Es importante que desde el Estado se les faciliten ciertas cuestiones que tienen que ver con trámites, compras de alimentos, cobros de sus jubilaciones, etc.”, sigue el especialista, autor de dos libros sobre el tema (“De Vuelta” y “Nueva Longevidad“). “En Argentina, menos de 15% de los adultos mayores necesitan apoyo para resolver sus tareas. La enorme mayoría pueden decidir, se manejan solos, saben cuidarse, etc. Es clave que la comunicación hacia ellos esté basada en un profundo conocimiento de quiénes son, cómo viven y cómo generarles tranquilidad, sobre todo a través de la televisión y la radio, que es lo que más escuchan”, agrega.

En España se están dando los mismos debates. Los médicos están pidiendo un esfuerzo para pensar maneras más creativas de habilitar pequeñas salidas. Quizá se pueden fijar franjas horarias distintas para que los que tienen mayor riesgo no se crucen con niños que no puedan asumir las distancias necesarias, o adoptar algunas medidas de autocuidado específicas y a lugares determinados… Entienden que es algo que se puede organizar.

Es más: Miguel Ángel Vázquez, presidente de la Sociedad Gallega de Gerontología y Geriatría rechaza que se comparen los paseos de los niños con los que se plantean para las personas de más edad, ya que la mayoría de los mayores son “tan responsables y están tan informados” como el resto de adultos para gestionar ese peligro. “No veo lógico el proteccionismo con los mayores: no hay que tener actitudes diferentes con ellos. Es como cuando se les habla con una voz distinta. Eso es edadismo, discriminación”, sostiene.

En la misma dirección se expresó Mayte Sancho, al frente de la ONG Grandes Amigos, dedicada a combatir la soledad que sufren muchos adultos mayores y que por estos días han movilizado a cientos de voluntarios para hacer compañía telefónica a un millar de personas. “¿Qué es eso de nuestros mayores? ¿Qué es eso de tomar decisiones por ellos como si fueran niños?”, se pregunta, y se confiesa “indignada” con el “paternalismo” hacia las personas de más edad que se está dando en el marco de esta crisis sanitaria.

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Hablamos de personas que han vivido situaciones complicadísimas a lo largo de su vida y que son muy resilientes. Hay gente muy potente que ha sufrido mucho pero tiene capacidad para aguantar también este chaparrón”, agrega la especialista, y coincide en que no debería ser la edad el criterio para definir salidas. “Los mayores tienen necesidad de salir por cuestiones físicas y para combatir la soledad”, dice.

Una recomendación que se está analizando en España es la posibilidad de hacerles tests antes a las personas con más riesgo, que son las que acumulan enfermedades crónicas. Habría que rastrear allí la huella inmunológica y tomar decisiones de manera más individualizada.

El problema de los geriátricos no es la edad

En esta pandemia hay muchas cosas que no se saben y otras tantas que cambian todo el tiempo. Y hay, también, estadísticas que esconden más de lo que muestran. Un buen ejemplo es asociar geriátricos a mortalidad del adulto mayor: se sabe que más del 50% de las 110 mil muertes por coronavirus en Europa fueron en geriátricos, pero también se conoce hoy que esa mortalidad tuvo más que ver con las características de esos modelos residenciales, la falta de socorro y otras decisiones sanitarias que con el impacto del Covid-19 en las personas mayores.

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En España, los especialistas cuestionan que los mayores estén siendo bombardeados desde hace semanas con “mensajes alarmistas”, basados en que el 60% de los fallecidos eran residentes en geriátricos, cuando esas cifras tienen otra historia que contar: los expertos aseguran que gran parte de estas muertes no se han producido por la edad sino “por la falta de atención a la enfermedad y por las condiciones de las residencias”.

Y explican: “Estos modelos residenciales con comedores de 50 personas y habitaciones dobles no funcionan y favorecen este tipo de contagios”. En muchas residencias la capacidad edilicia les jugó en contra. No tenían cómo separar zonas de contagiados de las de los sanos

En España existe la figura del Defensor del Paciente, que en los últimos días ha denunciado “la falta de un protocolo claro y la omisión del deber de socorro”, entre otras medidas “responsables” del “caos” que se registró en las residencias de adultos mayores durante la crisis sanitaria generada por el coronavirus.

Hoy se sabe que, aún habiendo más de 2.000 camas en la sanidad privada, los ancianos más graves no fueron derivados allí. De hecho, las fiscalías están investigando si fue o no legal (más allá del debate sobre si es justo o ético) el triaje tremendo que los servicios de urgencias tuvieron que hacer si llamaban desde un geriátrico. “Tantas muertes no son por el virus, sino porque los contagiados no fueron al hospital. Desde el 7 de abril nos cerraron las puertas”, denuncian desde distintos geriátricos donde fueron testigos del abandono y la falta de empatía.

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Jesús Cubero, vocero de una asociación de geriátricos, compartió en los medios una horrorosa síntesis: “No atendían a nuestras derivaciones, sobre todo en Madrid y Cataluña. Tenían tal saturación que necesitaban las camas para personas con más esperanza de vida. Y eso es un criterio clínico. Nos decían que se tenían que quedar en las residencias, que los aisláramos en habitaciones individuales. Cuando ya estaban para fallecer, prescribían un sedante”. Paracetamol y morfina, era la orden en muchos casos.

Fueron semanas difíciles. Los hospitales estaban en situación crítica, con un promedio de 200 personas por día pendientes de ingreso. Enviar a un adulto mayor grave desde su residencia a una camilla en un pasillo era también condenarlo a muerte, explican. Y es claro que para nadie fue una decisión fácil ni feliz.

Pero en Europa esos tiempos de colapso sanitario terminaron y, en Argentina, felizmente no llegaron.

Los geriátricos en Argentina

Según el Censo del año 2010, en Argentina hay más de 6.000 geriátricos y más de 86.000 personas viviendo en estas instituciones, y el 70% son mujeres. “No llega al 3% del total de las personas mayores, lo que significa que en nuestro países las gran mayoría vive en sus propios domicilios”, dice el doctor Bernardini, antes de explicar que esta autonomía del adulto mayor no puede dejarse de lado a la hora de pensar cómo pueden y deben transitar esta pandemia.

Un estudio del año 2015 del Ministerio de Desarrollo demuestra que el 60% de estas residencias tienen bajo nivel de confort. El mismo porcentaje no tienen detector de humo ni espacio íntimo para visitas familiares. Claramente es un sector que nunca fue regulado. Un porcentaje muy alto está trabajando en la ilegalidad y ésto lo sabe todo el mundo”.

Tener en cuenta la experiencia y los errores que cometieron en otros países que se vieron afectados antes que nosotros pueden enseñarnos muchas cosas. Pero, sobre todo, también puede mostrarnos que la edad es importante, pero que hubo muchos otros factores que la acompañaron para convertirla en esa condena a muerte que, insisto, es importante revisar.

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