Mucha gente se pregunta cómo se originó la letra ‘ñ’ en el idioma español. Es una historia interesante la que esconde: adoptada como símbolo representativo de la lengua española, la letra Ñ tiene una biografía particular que la convierte en uno de los emblemas no solo del idioma sino de toda la cultura hispana.
Pero claro, esta letra no siempre ha existido, sino que obviamente, como el propio idioma español, ha sido fruto de la transformación que el tiempo y la gente fue haciendo del latín. De hecho, en el latín, el idioma del imperio y la lengua predecesora del español, ni la letra ni su particular sonido existían.
Origen de la letra Ñ en el alfabeto español
A medida que el latín evolucionó y empezaron a surgir las lenguas románicas, como el castellano, el francés o el italiano, apareció este sonido nasal (el aire sale por la nariz) palatal (al pronunciarlo el dorso de la lengua se apoya contra el paladar) que identificamos como “eñe”.
Y en cada región buscaron una forma precisa para escribir el símbolo, la letra, que representara ese sonido.
Durante el siglo IX, gracias a los copistas, nacieron 3 diferentes modos de representar el sonido de la ‘eñe’:
- Con una doble ‘n’ (‘nn’) como en la palabra ‘anno’ (año)
- Con un ‘gn’ como en la palabra ‘lignu’ (leño)
- Con un ‘ni’ seguido de una vocal como en la palabra ‘Hispania’ (España)
Sin embargo, y justamente por la falta de adopción de un criterio único, la confusión reinaba: “En un mismo texto podíamos encontrar las tres variaciones fonéticas de la eñe, según la procedencia del copista. No había una norma generalizada”, explica José J. Gómez Asencio, catedrático de la lengua española en la Universidad de Salamanca.
El trabajo de los copistas, quienes transcribían durante interminables horas los textos que estaban a su alcance y que estaba permitido copiar, era muy duro. Por otro lado, el pergamino usado para escribir en él era un artículo suntuoso por entonces.
Por estas razones, para facilitar su trabajo y ahorrar pergamino, los copistas realizaban muchas abreviaturas en sus textos.
Esto fue justamente lo que permitió sentar la base de lo que sería la futura “ñ”, ya que los copistas que se inclinaban por ‘nn’ cambiaron su transcripción y empezaron a abreviarla colocando una vírgula (una pequeña raya) encima, la cual conforma la contemporánea ‘ñ’.
Fue el siglo XIII la época en que se dieron los primeros pasos encaminados a la transformación del castellano en una lengua estándar. En esa transformación tuvo un papel fundamental la iniciativa de Alfonso X, apodado ‘El Sabio’, más conocido por su decisiva aportación a la cultura española que por su reinado.
Este rey decidió que la lengua castellana se convirtiera en el idioma oficial de la cancillería regia y mandó traducir libros a esta lengua en la Escuela de Traductores de Toledo y fue él quien se decantó por la ñ como la opción preferente para reproducir ese sonido y decidió que todos los textos nuevos la llevaran.
Durante el siglo XIV la eñe se extendió en su uso y Antonio de Nebrija la incluyó en la gramática de 1492, la primera del castellano.
El español y el gallego optaron por la ñ (España) pero cada lengua románica adoptó su propia solución gráfica para el sonido palatal nasal. Así, el italiano y el francés se quedaron con la gn (Espagne, Spagna), el portugués con la nh (Espanha) y el catalán con la ny (Espanya).
Sin embargo, a partir de la castellanización de América, muchos pueblos originarios americanos sumaron la letra Ñ a su idioma. Muchas lenguas como el mixteco, el zapoteco, el otomí, el quechua, el aymara, el mapuche y el guaraní también cuentan con la eñe entre las letras que conforman el alfabeto español.
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“Muchas lenguas indígenas no tenían escritura en el siglo XVI, cuando los españoles llegaron al continente. Las lenguas que tenían ese sonido fuerte, palatal y nasal, tomaron la ñ del español“, explica Julio Calvo, profesor de la Universidad de Valencia, en España.
Otros idiomas que también tuvieron relación con el español usan la ‘ñ’, como el chamorro de Guam (Estados Unidos), el tagalo y el chabacano (Filipinas), el bubi (Guinea Ecuatorial) y el papamiento de Curazao (Países Bajos).
Durante un tiempo, la letra ñ estuvo en peligro de extinción, a causa de la fuerza del idioma inglés como lengua de la cultura globalizada.
Tras una lucha incesante, en 1993 el gobierno español consiguió salvar la ñ acogiéndose al Tratado de Maastricht, uno de los tratados fundacionales de la Unión Europea y que admite excepciones de carácter cultural.
Sin embargo, aún quedan territorios oscuros para nuestra querida “ñ”, ya que por ejemplo no podemos usar direcciones de correo electrónico que la contengan.
“El problema es que el inglés es la lengua dominante y no tiene ni esa letra ni ese fonema, y todo lo que no tenga el inglés parece extraño en el mundo“, resume el profesor Calvo.
Ya lo dijo Gabriel García Márquez cuando la Comunidad Europea estuvo a punto de cargársela: “Es escandaloso que la CE (Comunidad Europea) se haya atrevido a proponer a España la eliminación de la eñe (…) sólo por razones de comodidad comercial (…) Los autores de semejante abuso y de tamaña arrogancia deberían saber que la eñe no es una antigualla arqueológica, sino todo lo contrario: un salto cultural de una lengua romance que dejó atrás a las otras al expresar con una sola letra un sonido que en otras lenguas sigue expresándose con dos”.
El origen de la letra ñ, como ocurre con otras tantas letras del alfabeto hispano, tiene una historia apasionante. Ojalá la hayas disfrutado como nosotros.
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