El brutal crimen de las jóvenes mendocinas en Ecuador volvió a poner en evidencia la profundidad de una cultura machista que sigue siendo el sustento principal de la discriminación contra las mujeres y su más siniestra expresión, los crímenes perpetrados contra ellas por el hecho de serlo.
Se escucharon por doquier comentarios –o incluso críticas- sobre si las víctimas se habían puesto en riesgo por viajar “solas”, por las actividades que realizaban, el modo en que se divertían o la ropa con la que se vestían.
En otras palabras, el debate parece haberse centrado en como las mujeres debieran tratar de evitar que las violen o las asesinen, partiendo de la idea de que el riesgo deriva de su condición femenina
Un interesante artículo de Ana Shlimovich en La Nación lo resume en una frase: cuando se trata de una mujer, viajar se convierte es un acto heroico.
Bastaría preguntarse porqué a nadie se le ocurre cuestionar que los hombres viajen “solos” para comprender lo absurdo de la situación planteada en estos días.
El contraste entre las normas que nos rigen y la realidad sigue siendo, en esta materia como en tantas otras, un verdadero escándalo que debiera indignarnos a todos. Ese debería ser el nudo de la cuestión a discutir y la preocupación comprometida de la sociedad.
La igualdad de derechos entre hombres y mujeres no está siquiera en debate, quien no la respeta viola la ley.
Quien pretende apropiarse, de cualquier modo que sea, de otra persona sin su consentimiento es un delincuente. Quien aprovecha cualquier ventaja física o psíquica sobre otra persona esa, además, un ser despreciable que debe ser objeto del repudio generalizado. Las mujeres, sin duda, están mucho más expuestas a esos crímenes y abusos; en parte por razones físicas pero esencialmente por motivos culturales.
En la mitad de la segunda década del Siglo XXI muchos (demasiados) hombres no han entendido aún estos conceptos básicos; no han comprendido que no sólo se trata de respetar a las mujeres como iguales sino de asumir los horrores a las que fueron sometidas durante miles de años. La discriminación contra la mujer ha sido –y es- seguramente la peor porque se extiende a todos los niveles, sin distinción de razas, religiones o sectores sociales.
La esclavitud ha motivado, al menos, pedidos de disculpas y mínimas reparaciones a algunas de las víctimas. Las mujeres en cambio deben afrontar con heroísmo viajar “solas”
El gran John Lennon escribió hace 34 años una canción conmovedora que quizás recién hoy pueda ser comprendida en toda su dimensión. Desde el título, desafiante para entonces, Women is the nigger of the World, asocia la discriminación de la mujer con otra de las lacras más nefastas de la historia, el racismo, que persiste y, aún en las sociedades más avanzadas y equitativas, subyace en el trasfondo cultural que todavía no logramos terminar de desterrar.
El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer. Es una fecha de hondo contenido histórico que nos compromete a avanzar hacia una igualdad real de derechos y nos impone reconocer que ese objetivo está lejos, muy lejos de concretarse.