La casa de mis padres pronto estará vacía. Mi padre ya no está con nosotros y mi mamá fue aceptada en un centro de atención para personas con demencia senil.
El problema es que para pagar la atención que necesita tenemos que vender la casa. Esa casa donde crecimos mi hermano y yo, donde mi familia amó, rió, lloró y se abrazó ya no va a existir para nosotros.
Yo todavía vivo en esa casa así que voy a tener que buscar un departamento en algún lado pero estoy segura que no va a sentirse como mi hogar.
Además, estoy segura de que no voy a tener lugar para mis cosas -que son demasiadas- y las que hasta hace poco llenaban el sótano de la casa de mis padres.
Ambos amantes de los viajes, mi papá y mi mamá se pasaron la vida coleccionando objetos curiosos del mundo.
Ambos amantes de los viajes, mi papá y mi mamá se pasaron la vida coleccionando objetos curiosos del mundo.
Siempre amé cómo la colección de máscaras tribales decoraba las paredes de la sala de estar. Me recuerda por qué yo misma tengo una fascinación con los viajes. Le había dicho a mi padre que pusiera una pegatina contando dónde y cuándo habían encontrado cada una pero nunca tuvo el tiempo.
Tampoco puedo tirar la foto de mi papá con el ex-Presidente de Estados Unidos Jimmy Carter. O las joyas que mi padre le regaló a mi mamá a lo largo de un matrimonio que duró cincuenta años. O los cuadros que están en las paredes, regalo de un amigo que luego se convertiría en un reconocido artista.
Los dedos de mi madre recorrieron estas mismas páginas cuando todavía tenía la habilidad de entender lo que estaba escrito en ellas
Los dedos de mi madre recorrieron estas mismas páginas cuando todavía tenía la habilidad de entender lo que estaba escrito en ellas. No puedo deshacerme de los libros que adornan las estanterías de toda la casa.
Libros, joyas, obras de arte, fotografías que pienso guardar para siempre. Son solo objetos pero tienen un significado profundo para mí, son parte de mi identidad.
Me veo intentando deshacerme de todo esto por mi cuenta y me dan ganas de meterme en la cama, cubrirme con la colcha y no salir más
Sin embargo, es muy probable que venda la cristalería, los platos, los cubiertos. Me duele hacerlo pero no puedo guardar todo. Me encantaría salvar todos sus recuerdos, es por eso que vaciar esta enorme casa me genera tanta ansiedad.
La mayoría de las personas adultas tienden a aferrarse a los objetos y a atesorar una enorme cantidad de ellos. El sótano de mis padres está lleno, sucio, desordenado. Papeles, artículos de limpieza, cajas de juguetes, recuerdos y más recuerdos.
Es muy difícil imaginarme, a mí, el último miembro de esta familia sin mi mamá y mi papá. Me veo intentando deshacerme de todo esto por mi cuenta y me dan ganas de meterme en la cama, cubrirme con la colcha y no salir más.
Pero el tiempo llegó y tengo que hacer algo al respecto. Contraté una persona para que me ayude a deshacerme de todo lo que no puedo guardar. Me ayudó.
Álbumes en los que mis padres todavía eran jóvenes, estaban enamorados y recién casados
Algunas cosas fueron más fáciles de tirar que otras. Empecé con el papelerio, primer candidato en partir. Compartieron el mismo destino las viejas herramientas, el viejo árbol de navidad -desde que mi hermano murió ya no lo armabamos de todas formas-, las luces decorativas y algunos muebles de jardín. Pero salvé algunos adornos navideños… Me gustaban los momentos felices que me recordaban.
Luego, me encontré con tesoros incalculables. Comencé a sacar artefactos de cajas enterradas en el desorden. Encontré una colección de botones que perteneció a mi bisabuela y mis escarpines.
Encontré toda clase de fotos. Álbumes en los que mis padres todavía eran jóvenes, estaban enamorados y recién casados. Todavía recordaba algunas de las historias de esas imágenes. Muchas tenían fechas y lugares escritos atrás. Me imaginé cómo habían vivido esos momentos. Los viajes de mis padres, lugares exóticos y hermosos que nadie visitaba en ese momento. Los guardé.
Eso era lo que mis padres habían decidido guardar de mi hermano
El momento más difícil fue encontrarme con las cosas de mi hermano. Su campera de jean, su colección de remeras de fútbol, algunos libros y el casco de su moto. Eso era lo que mis padres habían decidido guardar de mi hermano. Lo dejé todo a un costado pero continúe con mi trabajo con lágrimas en los ojos.
Empecé a realizar tareas automáticas, como apilar lo que iba a tirar y meterlo en bolsas de consorcio. El hombre que había contratado lo buscaría por la mañana.
Finalmente pensé lo que había querido evitar. Esto era todo lo que quedaba de mis padres y mi hermano, además de los recuerdos que vivían en mi cabeza.
Pero luego comprendí y me sentí agradecida. Primero, por la posibilidad de poseer todos estos objetos que me encantaban. Luego, porque había podido vivir todos estos momentos, había podido compartir con ellos todas las experiencias que hicieron sus vidas felices y que mientras yo viviera, ellas vivirán conmigo.
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