Afectos

Cuentos para crecer: aliados de la buena infancia

Muchas cuestiones de la vida diaria no se pueden manejar con disciplina y límites. A veces mediante juegos y cuentos podemos lograr transmitir el mensaje y enseñanza

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A los chicos les cuesta (¡y muchas veces a los grandes también!) que les hablemos de problemas y dificultades y que les demos “lecciones de vida” o largos discursos. Cuando empezamos a hablar, dejan el cuerpo y retiran su atención, sobre todo cuando lo que les decimos los carga de ansiedad, o está demasiado cerca como para que puedan escucharnos.

Esto ocurre no sólo cuando ellos están involucrados (porque no quieren saludar a la abuela, por ejemplo), sino también cuando ocurren cosas que los involucran sin derecho a voz ni voto, como mudarse, o cambiar de colegio, o tener miedo al médico, entre otras tantas cosas.

Muchas cuestiones de la vida diaria no se pueden manejar con disciplina y límites. A veces porque son cuestiones generadoras de ansiedad en padres y/o hijos; otras, porque hay ciertas cosas que no se logran con caras feas, ni llevando de prepo, o ateniéndose a consecuencias. Ejemplos sobran: podemos llevar a Pedrito (4) a la mesa, y también podemos, con cierto esfuerzo, introducir le pedacito de carne en su boca. Pero, salvo que Pedrito colabore, no podremos lograr que mastique y trague esa carne si Pedrito decide no hacerlo.

Estas son las situaciones en que juegos y cuentos nos pueden ayudar a que “Pedrito” entienda, sin tanta ansiedad ni lucha de poder, por qué le conviene comer carne; nos ayudan porque suponen una distancia que le permita escuharnos sin “defenderse” de lo que le estamos diciendo.

Sigamos con el caso de Pedrito: podría ser que (lejos de la mesa y de la hora de comer) nos ayude a cocinar, que le leamos un libro sobre la digestión y lo importante de la carne y de todos los nutrientes para crecer y hacerse fuerte y no enfermarse; que juguemos con Pedrito a dar de comer a algún oso o muñeco favorito (de acuerdo a ciertas pautas que ya comentaremos); que juguemos con él a que él es el papá y nos prepara la comida y nos da de comer, etc.

La hora de ir a la cama, la comida y el control de esfínteres son momentos particularmente complejos a la hora de instalar buenos hábitos, justamente porque no tenemos la posibilidad de poner una regla clara o de hacer cumplir una consecuencia preestablecida.

 

“Al Doctor”, “Chau pañal”, “A la cama” y “Chau chupete” son cuentos y
juegos que le permiten al chiquito ver las situaciones a una distancia manejable para él. ¿El objetivo? Lograr que sienta que no hay una recomendación (ni una orden) directa que tiene que aceptar, por lo que puede interesarse por lo que le pasa al conejo, o a su tío, o a mamá cuando era chica, o a un chiquito de nombre cualquiera. En la medida en que el cuento e el juego les interese y les sirva para entender algo, van a pedir repeticiones hasta que puedan procesar y aprehender todo lo que ese cuento o juego tengan para enseñarle.

Puede ocurrir que lo rechacen (porque se dan cuenta de que se habla de él en realidad), en cuyo caso alejaremos la metáfora hasta hacerla irreconocible para el chico. La metáfora siempre va a ser aprovechada por el inconsciente: la idea es sortear la crítica consciente y dejar que entre directo al inconsciente, cosa que ocurre con seguridad, del mismo modo que a los adultos nos “pega” una película, un cuento o una novela que leímos o vimos cuando nos sirve para comprender alguna cuestión de nuestra vida no sólo actual sino a veces temas de nuestra infancia o de años anteriores.

 

Fuente: Maritchu Seitún

Maritchu Seitún es psicóloga especializada en crianza. Trabaja con familias, en entrevistas de orientación. Publicó los libros “Criar hijos confiados, motivados y seguros” y “Capacitación emocional para la familia”. Su hija, Sofía Chas, es diseñadora gráfica e ilustradora de libros para chicos.

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