Como padres nos preocupamos para que nuestros hijos crezcan sanos y fuertes, por ello les brindamos amor, buena alimentación, bienestar y educación, pero debemos estar conscientes de la importancia que tiene la salud mental en el desarrollo de los niños y su vida emocional
Para que los niños puedan tener una buena salud mental es preciso que tengan una infancia sana y feliz, así también como una adecuada salud física y unas necesidades básicas y emociones bien satisfechas es necesario buscar el equilibrio entre la mente y el cuerpo, las influencias externas y el cómo nos lo tomemos también pueden tener una carga muy importante.
Actualmente, se habla mucho de la era digital y el uso responsable de la tecnología en la infancia. A poco que leamos, parece que todo es perjudicial o que para asegurar un desarrollo psíquico sano de nuestro hijo tenemos que seguir una difícil agenda a lo largo de toda su niñez.
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Antes la lupa había caído sobre la televisión y si influía en el comportamiento o inteligencia final del niño. Posteriormente, fueron los videojuegos los puestos a examen. Siempre hay algún elemento girando a nuestro alrededor al que le apuntamos los cañones.
Sin embargo, podemos recordar que hay 3 factores imprescindibles para el buen desarrollo psíquico de cualquier chico. Y lo sorprendente no es lo impactante o novedoso de estos conceptos, sino lo cotidianos que son en realidad.
Según un estudio, abrazar a los hijos los fortalece molecularmente durante años
En psicología la “autoestima” se define como la forma en que nos valoramos. Algunas personas tienen un amor propio muy alto y otros bastante bajo.
No tiene que ver con jactarse sino con justipreciar y valorar en su justa medida aquellos logros que alcanzamos, para lo cual no hay necesidad de denostar a nadie ni tampoco de menospreciar nuestra propia labor. De hecho, la autoestima es importante porque produce un impacto en la vida y las decisiones y por eso es una de la bases de nuestra salud mental.
Una persona con una autoestima sana tiene la confianza para buscar lo que quiere sin hacer que otra persona se sienta indigna.
Ayudarlo a lidiar correctamente con los elogios y la expresiones de cariño y plantearle desafíos que sea capaz de superar son solo dos de las formas de ir reforzando una imagen positiva de sí mismo.
Prácticamente todos los niños tienen baja tolerancia a la frustración. En el proceso de aprendizaje se va desarrollando la capacidad de afrontar las situaciones en las que no se consigue todo lo que se quiere.
El problema está en que los niños reciben lo que quieren cuando quieren, lo que los hace caprichosos, volátiles y muy dados a frustrarse muy pronto y de forma muy exagerada. La actitud positiva de los padres a la hora de afrontar las situaciones adversas es el mejor ejemplo para que los hijos aprendan a solventar sus problemas.
También es fundamental educarlos en la cultura del esfuerzo. Es importante enseñarles a los chicos que es necesario esforzarse. Así aprenderá que el esfuerzo es, en muchas ocasiones, la mejor vía para resolver algunos de sus fracasos. Si se les facilita todo y no se le permite alcanzar sus retos por sí mismo, es difícil que pueda equivocarse y aprender de sus errores para saber cómo enfrentarse al fracaso.
Los niños aprenden cuidado y respeto cuando son tratados de esa manera. Cuando nuestros hijos se sienten amados, también se apegan a nosotros. Ese apego los hace más receptivos a nuestros valores y enseñanzas.
El amor a nuestros hijos toma muchas formas, tales como atender sus necesidades físicas y emocionales, proporcionar un ambiente familiar estable y seguro, demostrar afecto, respetar sus personalidades individuales, mostrar (y tener) un verdadero interés en sus vidas, hablar de cosas que les importan y afirmar su esfuerzos y logros.
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