Los noticieros, los diarios, la radio, Internet y tantos otros espacios cotidianos exponen temas difíciles de explicar a los chicos, con imágenes muy crueles y realistas y mensajes e imágenes que se repiten sin parar hasta que finalmente los impactan con fuerza.
Muchas veces hubo catástrofes naturales y epidemias, pero hoy las vemos en vivo y en directo: un tsunami, los efectos de un terremoto -somos testigos incluso en el mismo momento en que ocurre-, un alud, una inundación, un atentado, una epidemia o la guerra que vemos hoy en vivo y en directo.
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Asistir a esas escenas plantea un problema a los padres de niños pequeños, porque no es lo mismo hablar de un fenómeno o verlo en un diario con una foto en blanco y negro que apreciarlo en todos sus detalles en una pantalla a todo color, palpando sus consecuencias en rotundo crudo: sin ser una niña, no se borran de mi cabeza las escenas del tsunami en Japón de hace unos años. Son hechos de la naturaleza, temibles, tremendos, pero inevitables. Todos debemos aprender a vivir con ellos. Pero… ¿Qué hacer con los niños?
Se hace muy difícil explicar a los chicos las catástrofes humanas, cuando el hombre “es el lobo del hombre”, frase popularizada por Hobbes en El Leviatán
El noticiero que habla del peligro de una nueva guerra mundial por tal o cual acción de un presidente, o del riesgo de que un gobernante dé la orden de tirar una bomba atómica, mientras aparecen en la pantalla tanto la imagen del hongo como sus devastadores efectos, o de los miles de muertos por una epidemia…
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Nos hemos acostumbrado a esas noticias, a esas imágenes. Vemos un atentado en una ciudad llena de gente. Aparece el cuerpo de una joven mutilado y enterrado en un jardín, o arrojado en un contenedor. En un asalto matan a un policía a tiros, o muere un niño inocente en un tiroteo entre policías y ladrones. Vemos la foto de un niño muerto en la playa y nos explican que intentó cruzar el mar para refugiarse con su familia en un país más seguro, y nos estremecemos antes los destrozos y restos humanos que quedan en el suelo tras el estallido de una bomba. O…
¿Qué podemos hacer los padres? En primer lugar, restringir el acceso de nuestros chiquitos a los noticieros y pantallas varias, lo que implica también Facebook, Instagram y otras redes. Así, las noticias no les van a llegar o lo van a hacer de un modo menos impactante; quizás escucharán algo en la radio o en una conversación entre papá y mamá, o se los contará un amigo, pero sin imágenes que puedan resultarles traumáticas.
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Cuando vienen a preguntar “¿qué es un …?” o “¿es verdad que…?” tendremos que responder con la verdad, pero no es necesario entrar en detalles de aquello que no van a ver o saber, explicando por ejemplo que no es peligroso para nosotros porque ocurre lejos, agregando lo que hacemos nosotros (familia, gobierno, etc.) para impedir que esas cosas ocurran cerca nuestro y para ayudar a los damnificados, velar por nuestra seguridad y la de nuestros hijos, de acuerdo a la inquietud de nuestro hijo en ese momento.
A niños y adultos nos alivia y nos ayuda a procesar los hechos ponernos en campaña para hacer algo al respecto
Cuando hay inundaciones, por ejemplo, donar ropa, alimentos o juguetes, y acompañar a mamá a llevarlos, sintiéndose parte de tender una mano a esa gente que está bajo el agua. O participar de la marcha de “Ni una menos”. O saber que sus padres firman para tratar de que cambie una ley. O que nos lavamos bien las manos o usamos alcohol en gel para cuidar a los más débiles.
Ayuda ver que en casa hacemos lo posible para mejorar las condiciones de vida de todos y asumimos nuestra responsabilidad en distintos temas, enseñando desde chiquitos el valor de la solidaridad, la esperanza y del deseo, y también el de la acción con la confianza de lograr lo buscamos. Como “El hombre de la mancha”, cada día tratamos de soñar e intentar hacer posible un sueño imposible, de alcanzar la estrella inalcanzable, de hacer el bien y de combatir el mal para dejarles a ellos un mundo mejor.
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Qué hacer ante una escena que impacta
Veamos qué hacer en una situación concreta, que resultó traumática para los chicos por haberla vivido, o visto en la televisión, incluso sin haberla sufrido o presenciado.
- Con los más chiquitos conviene jugar la situación nuevamente, repitiendo las escenas traumáticas hasta que pierdan la fuerza del impacto, cambiando los papeles, para que ellos puedan “hacer activamente lo que sufrieron pasivamente”.
- Ser por momentos el ladrón, en otros el papá que lo corre al ladrón, o el policía que lo lleva preso, les permite elaborar la situación, y nos permite a los padres enterarnos de todo lo que sintieron y vivieron.
- A partir de los 8 o 9 años ya no les gusta (o les da vergüenza) hacerlo, y en cambio les es muy fácil hacer dibujos o inventar historias en las que hacen pasar al agresor por toda clase de cosas horribles como tiros, cuchilladas, prenderles fuego, hasta descargar la sensación de impotencia, incluso de violación que esas situaciones producen.
- Llegando a la adolescencia basta con hablar y repasar todas las veces que ellos quieran el tema, y, si fuera el caso, repasar qué hicieron, qué habrían podido hacer, qué habrían querido hacer, cómo aprender de este episodio para el futuro.
Padres que puedan sostener esta elaboración sin angustiarse más que los hijos irán transmitiendo fortaleza, confianza y buenos recursos
A medida que los chicos crecen el cerebro madura y ven los temas con complejidad creciente. Justamente por eso, alrededor de los cuatro años, entre los ocho y nueve años, y en la adolescencia notamos saltos importantes en su capacidad de entender los temas y problemas de la vida. De esa nueva forma de ver el mundo con mayor claridad, en más dimensiones, comprendiendo las consecuencias de lo ocurrido, surgen muchas veces preguntas, planteos y miedos o reaparecen otros que parecían superados pero siguen allí.
- Maritchu Seitún es psicóloga. Especialista en crianza y autora de los libros “Criar hijos confiados, motivados y seguros”, “Capacitación emocional para la familia” y “Latentes”, entre otros.