Hoy me dí cuenta que la agonía con la que viví los últimos 4 años comienza a desvanecerse. No sucedió nada en particular pero en los últimos meses pasó de todo.
Y ese todo me fue trayendo para este lado.
Hoy le dije a una amiga a la que quiero mucho que yo siempre creí más en las palabras que en cualquier otra cosa. En su peso, en su importancia. Para mí las palabras eran todo. Y tuve un hijo que no puede hablar. Y hasta hace poco se comunicaba muy precariamente.
Yo siempre pensé que las palabras creaban mundos. Mundos entre vos y yo. Mundos más grandes cuando somos muchos. Y estaba equivocada.
Es la comunicación lo que crea mundos. No la palabra. El silencio comunicado también crea mundos
Abrazarse, mostrar una imagen, hacer un gesto, mirar. Mirarse. Eso crea mundos.
Lautaro no habla pero nos miramos y nos abrazamos. Y me señala una foto. Y ahí se creó el mundo entre los dos.
Lautaro me enseñó de la manera más brutal que estaba equivocada. Que ese enamoramiento con la palabra era incompleto y un poco banal. Ignoraba qué comunica, qué significa comunicarse. Qué cantidad de otras cosas además de palabra somos capaces de regalarle al otro para que podamos crear mundos.
Lautaro me enseñó que no puede palabras pero puede risa y fotos y dedito señalando y lágrimas y acariciarme el pelo
Y llegué a un lugar que pensé que jamás podría llegar. A negociar con la vida un dolor y sentirme en paz.
Lautaro me habla con todo su ser, su cuerpo, su fortaleza. Su inteligencia.
Ya no me angustia la idea de que tal vez no hable nunca. No necesitamos palabras.
- Cintia Fritz tiene 42 años y un hijo de 4, Lautaro. Lautaro fue diagnosticado con TEA (Trastorno del Espectro Autista) a los 22 meses y desde entonces cuenta cómo van armando su historia en el blog La aventura diferente.