Un buen maternaje, un vínculo capaz de sostener al niño en los múltiples planos de su desarrollo psicoafectivo, no sólo logra nutrir al niño en su primera infancia, sino que es clave en tanto facilitador de los futuros aprendizajes del niño.
Es una de las principales conclusiones a las que llegó la licenciada Aurora Lucero, especialista en psicología perinatal del CIIPME-CONICET, quien realizó una investigación sobre el vínculo madre-hijo en la comunidad Wichi Misión Tolaba, de General Mosconi, provincia de Salta.
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“La investigación me permitió acceder a un tipo de maternaje en el cual el vínculo temprano sostenido literalmente por el cuerpo de la madre, durante los primeros dos años de vida del niño, funciona como facilitador de los aprendizajes del niño“, explica. “Estamos hablando de niños que crecen en extrema vulnerabilidad socioeconómica, sin accesos a servicios permanentes de Salud, y, mucho menos, a la posibilidad de intervención psicológica en la primera infancia. Sin embargo, el vínculo que las madres establecen con los niños es un vínculo de respeto a los tiempos de aprendizaje del pequeño, pero siempre ellas presentes y acompañando dichos aprendizajes y desarrollo”, destaca.
Las mamás wichis no son madres directivas para con los niños y están mucho más pendientes del proceso del niño que del éxito
Para acceder a mayor información, Aurora Lucero desarrolló una entrevista que explora las prácticas de crianza utilizadas por las madres para poder diferenciar y estandarizar predominantes en cada comunidad. “A partir de las diferentes evaluaciones realizadas a 50 niños wichís, se inició la creación de un instrumento de observación de las funciones vinculares de la Zona de Desarrollo Próximo, para poder evaluar de qué modo las madres son andamiajes para el aprendizaje de sus niños, y cómo esto se ve reflejado en el desarrollo de los mismos. Si se parte de que el Holding (Winnicott, 1960) es la acción de sostener al niño de manera apropiada, lo cual tiene que ver con la capacidad que la madre tiene para identificarse con él, se puede pensar que el sostén que ellas les brindan a partir de llevarlos todo el tiempo cercanas a su cuerpo por medio de la kepina (tela con la cual transportan a los niños pegados a su cuerpo), no sólo les permite a la madres sostener a sus niños con los brazos, sino que el sostén se hace cuerpo a cuerpo dejando libre para el pequeño la fuente de alimentación primera que prevalece en estas comunidades: el pecho”.
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Lucero explica que, “al llevarlo frente a frente, la madre wichí sostiene al niño no sólo con el cuerpo sino también con la mirada, propiciando por medio de la misma un vínculo silencioso, único y personal. Esto le permite al niño sentirse integrado con su madre desde el momento mismo del nacimiento, sentirse sostenido, ya que apenas nace el niño, inmediatamente es pasado a la kepina con la que la madre lo sostiene y lo transporta”.
“El niño no solamente encuentra la cercanía materna a través de la mirada o la voz menguada de la madre, tan característica de las comunidades aborígenes, sino que puede sentir a la presencia materna, en todo su cuerpo, pecho a pecho, cara a cara. Los resultados expuestos hasta el momento, permiten pensar, en una primera aproximación a las madres de las comunidades aborígenes estudiadas, que las mismas brindan a sus pequeños un apoyo corporal de gran importancia para que los mismos puedan desplegarse activamente en su capacidad motora. Las madres, en general, no presentan dificultades en la lactancia. El pecho es la parte del cuerpo que entregan a los niños no sólo como fuente nutricia, sino como apoyo estructural. Con él, la mayoría de los pequeños se duermen, calman su angustia y hasta neutralizan su irritabilidad”.
La principal ayuda que pueden recibir estas madres es que se las empodere
“Ahora bien, las madres no sólo manipulan al niño dándole seguridad, sino que a través del sostén otorgado, les permiten desenvolverse en activa exploración de su medio y su cultura. En el momento en que el niño desea explorar, se lo habilita a que lo haga, respetando el tiempo que dicha exploración conlleve. No son madres directivas para con los niños y están mucho más pendientes del proceso del niño que del éxito. Sin embargo, tienen una mirada aguda y asertiva frente a lo que les genera duda o preocupación en sus niños, sin poder encontrar muchas respuestas en los equipos de salud, que muchas veces los invisibiliza”.
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La psicóloga destaca que “la principal ayuda que pueden recibir estas madres es que se las empodere y que los equipos de salud se inculturicen dentro de estas comunidades para poder leer sus verdaderas necesidades y actuar en consecuencia. Muchas veces no se tiene en cuenta la brecha cultural que existe y se imponen determinadas prácticas etnocéntricas que generan ruidos de comunicación entre una población y la otra, quedando desprotegida justamente la más vulnerable. Muchas veces la ayuda y asistencia llega, pero de manera poco adecuada”.
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