Ello ocurre cuando se atiende más a determinadas personas que figuran en la lista de “usuarios” de los paraísos fiscales, que a la magnitud de uno de los mayores problemas que afronta la humanidad, cuyos alcances sistémicos demuestra una vez más este magnífico aporte periodístico, con ribetes espectaculares que no deben correr el foco de lo esencial.
Por supuesto lo dicho no obsta a la necesidad de investigar cada caso concreto ni a la obligación de rendir detalladas cuentas de cada involucrado, en especial funcionarios, ex funcionarios y empresarios vinculados al poder, actual o pasado.
Tampoco impide cuestionar justificaciones absurdas sobre la presunta legalidad de actividades realizadas en esos oscuros ámbitos.
Panamá Leaks vuelve a poner sobre el candelero una gravísima realidad: existe una suerte de mundo paralelo en el que “habita” un pequeño grupo de personas, las más ricas y poderosas del planeta
Allí, con base en pequeños territorios controlados -directa o indirectamente por las principales potencias del globo- funciona un sistema financiero que hace circular y contribuye a blanquear un tercio de los dineros del mundo.
Las herramientas jurídicas utilizadas son las sociedades “off shore”, creadas en aquellas jurisdicciones pero para operar fuera de ellas. Por lo general se las organiza como una red de sociedades para ocultar a sus dueños verdaderos, del fisco o de sus acreedores y esconder a la vez el origen del dinero.
Los paraísos son vitales -lo dijimos aquí muchas veces- para la circulación y el blanqueo de los fondos provenientes de las mayores actividades criminales del planeta.
La evasión (por amplio margen la de mayor envergadura económica), la corrupción, el narcotráfico, el crimen organizado, tendrían muy serios problemas para manejar sus fondos espúreos y se verían fuertemente afectados si por fin se lograra terminar con el sistema extraterritorial.
La decisión de hacerlo es política, aunque requiere de un consenso que la denuncia ayuda a lograr. La indignación de la inmensa mayoría de la sociedad, del 99% que ya no tolera la impunidad del poder -recordémoslo siempre, político y económico, en general asociados-, puede ser decisiva.
Sin embargo el riesgo de que la noticia se archive en el inagotable pozo del olvido es grande. Baste recordar que pocos se acuerdan del Offshore Leaks, la anterior investigación del mismo ICIJ que, hace pocos años dio abundantes y concluyentes datos sobre el mismo tema aunque con menor nivel de detalle y sin tantos nombres destacados.
Los evasores, los corruptos, los delincuentes en general, no tienen signo ideológico, no son mejores ni peores por las posturas políticas que sostengan o invoquen
El problema es sistémico. La solución sólo puede darse a ese nivel y nos interesa a todos, como sociedad ya irremediablemente globalizada, para garantizar los derechos de las personas y para que al fin seamos realmente iguales ante la Ley.
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