Un cubo de vidrio envuelto en resplandecientes velas de plástico colocadas sobre un pedestal y rodeadas por un estanque parecido a un foso en el borde del río Támesis. Así podría definirse de manera sucinta al nuevo edificio donde funciona la Embajada de Estados Unidos en Londres.
El proyecto estuvo a cargo del estudio del arquitecto Kieran Timberlake con sede en Filadelfia que ganó la competencia para diseñar una embajada que procurara encarnar los “ideales del gobierno estadounidense” en 2010 y que comenzó a construirse en 2013.
Sin embargo, el edificio ha generado muchas noticias. Es que ha sido muy bien recibido por muchos, pero Trump decidió no asistir a su inauguración indicando que la anterior fue mal vendida y que la nueva está ubicada en un lugar poco agraciado.
Levantada en una colina, rodeada de un foso y colmada de todas las medidas antiterroristas conocidas por el hombre, la nueva embajada de EE. UU. en Nine Elms, al suroeste de Londres, debería ser exactamente el tipo de edificio en el que Donald Trump quiera para su país.
Cubierto de una piel de plástico translúcida y espinosa, que parece barata, brumosa y ya está manchada, el cubo de mil millones de dólares es, en muchos sentidos, la metáfora perfecta para su administración.
“La razón por la que cancelé mi viaje a Londres es porque no soy un gran admirador de que la Administración Obama haya vendido tal vez la embajada mejor ubicada de Londres” escribió en Twitter, “solo para construir una nueva en un ubicación por 1.200 millones de dólares. Mal trato. Querían que cortara la cinta, ¡NO!”
En lo que en realidad parece un buen negocio, el departamento de estado de EE. UU. dijo que pudo cubrir el costo total del nuevo edificio en Nine Elms, que se considera la embajada más cara del mundo, mediante la venta de sus otros edificios en Londres, sin gastar un solo dólar adicional de contribuyente.
El edificio, que reemplaza la dirección anterior diseñada por Eero Saarinen en Mayfair, ha sido pensado para equilibrar los estándares de seguridad impenetrables con un lenguaje visual de apertura.
El “cubo cristalino transparente” pretende simbolizar “transparencia, apertura e igualdad”, según los arquitectos
El cubo de 65 metros de altura y 12 pisos tiene una fachada de vidrio laminado envuelto por los dos lados con una película transparente de etileno tetrafluoroetileno (ETFE), el mismo tipo de uso de plástico para las bóvedas biológicas en el Proyecto Edén del Reino Unido.
Kieran Timberlake, que tiene una reputación de diseñar arquitectura sostenible, ha integrado características como los paneles solares en el diseño del edificio.
La forma inusual de la fachada busca minimizar la ganancia solar y el deslumbramiento al tiempo que permite la entrada de luz natural. La fachada reflectante cambia de color de acuerdo con el clima y la posición del sol.