Santiago Calatrava, ícono de la España de éxito que diseñaba proyectos faraónicos en su Valencia natal y a lo largo del mundo, es un millonario arquitecto, objeto de elogios por sus diseños extravagantes, pero también de burlas y críticas por los múltiples defectos que presentan sus edificios. Es el caso del ‘Calatrasaurio’, el intercambiador de transporte público edificado sobre la antigua Zona Cero del World Trade Center de Nueva York, cuyas flamantes goteras han desatado un escándalo público.
Sus detractores no tienen color ideológico. Las críticas que iniciaron los medios más progresistas como el New York Times han llegado esta vez también de medios conservadores y han sido unánimes. El crítico del New York Post, Steve Cuozzo, en un demoledor artículo en el que admite haber defendido el proyecto, bautiza ahora al edificio como el Calatrasaurio y compara sus alas con dientes recortados por un dentista sádico o una espina de pescado gigante.
Los problemas del proyecto, que incluye en su interior un centro comercial en pleno centro de Manhattan, se han sucedido desde el inicio. El último, según informaba esta semana The New York Times, son las filtraciones de agua que han aparecido en la cúpula del edificio, conocida como Oculus.
El ayuntamiento neoyorquino anunció que la inauguración del complejo se retrasa una vez más, hasta la primera mitad de 2016. Esto ha aguado las esperanzas de multinacionales y comercios de la zona que ya contaban con el efecto de este particular dinosaurio en las cuentas navideñas.
El costo ha sido de 3700 millones de dólares, el doble de lo proyectado
Hay que tener en consideración que, inicialmente, el proyecto iba a ser inaugurado nada más y nada menos que en 2008. Siete años después, su apertura sigue en el aire.
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