Hace diez años, un grupo de científicos observó que para las personas intolerantes a la lactosa era muy difícil encontrar productos que reemplazaran las propiedades de los lácteos. Hoy, después de mucho trabajo pueden decir que están muy cerca de solucionar ese problema.
Un trabajo conjunto entre el Instituto de Lactología Industrial (INLAIN), la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y el CONICET resultó en la producción del primer yogur apto para el consumo de personas intolerantes a la lactosa.
El yogur, además de tener un rol nutritivo hace un aporte adicional a la salud de sus consumidores. Al tratarse de un producto reducido en lactosa, está enriquecido con prebióticos y contiene un veinte por ciento menos de sacarosa.
Los investigadores afirman que la estrategia utilizada para elaborar el yogur puede adaptarse a distintos productos con distinta consistencia o con distinto contenido calórico.
La intolerancia a la lactosa es un problema de gran impacto en América Latina: se estima que alrededor del 70 por ciento de la población tiene dificultades para asimilarla correctamente.
Si bien es un avance que genera mucho entusiasmo en la comunidad científica, el yogur todavía no se comercializa pero su desarrollo no tardará. Pronto podremos encontrar en las góndolas nuevos productos pensados para personas intolerantes a la lactosa.