¿Y si el secreto para rendir mejor fuera trabajar menos? La ciencia parece tener una respuesta clara: sí. Cada vez más investigaciones apuntan a que la jornada laboral tradicional necesita un cambio, y uno de los más contundentes proviene de la Universidad de Melbourne, en Australia.
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Lo óptimo: trabajar menos de 30 horas semanales
Según el estudio realizado por esta institución, el tiempo máximo que una persona debería dedicar al trabajo sin experimentar estrés significativo ni deterioro cognitivo es de 25 horas a la semana. Superar esa marca, especialmente cuando se rozan las 50 horas semanales, puede tener consecuencias negativas no solo en el bienestar emocional, sino también en la agudeza mental.
La sobrecarga de tareas y el agotamiento que implica una jornada extendida afectan directamente las funciones cerebrales. Entre los efectos más comunes se observan la fatiga, la pérdida de memoria y una caída en el rendimiento del pensamiento lógico y abstracto. En cambio, los trabajadores con jornadas reducidas mostraron mejoras en estas áreas clave.

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Cambios mentales a partir de los 40 años
Uno de los datos más interesantes que arrojó la investigación es que, a partir de los 40 años, ciertas capacidades mentales comienzan a disminuir lentamente. Esta tendencia se vuelve más evidente después de los 50, con síntomas como falta de concentración, cansancio constante y menor velocidad de procesamiento.
Sin embargo, el estudio también revela que seguir trabajando, pero de manera moderada, puede actuar como un estímulo positivo. Una actividad laboral liviana y bien dosificada ayuda a mantener la mente activa y mejora la salud general.

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Modelos laborales que ya se están aplicando
Algunos países están comenzando a replantear el sistema actual, y analizan fórmulas que combinan jubilación parcial con empleo de media jornada para adultos mayores. Esto no solo permite al trabajador mantener un ingreso adicional, sino que también ayuda a preservar su autoestima y salud mental, al tiempo que aporta su experiencia al entorno laboral.
Este enfoque también abre la puerta a una mejor distribución del tiempo personal, favoreciendo el equilibrio entre vida profesional y vida privada.

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La semana laboral de cuatro días, una tendencia en expansión
La llamada four-day-week (semana laboral de cuatro días) no es solo una utopía académica. En algunos lugares del mundo ya se han implementado pruebas piloto que demuestran que este modelo no solo mejora la calidad de vida de los trabajadores, sino que también puede elevar la productividad y reducir costos operativos.
Además, trabajar menos días a la semana contribuye a disminuir la huella de carbono, gracias a una menor movilidad y consumo energético en las oficinas. Así, el beneficio no es solo personal o empresarial, sino también ambiental.

Un cambio de paradigma necesario
En definitiva, las investigaciones coinciden en que no se trata de trabajar menos por pereza, sino de trabajar mejor. Reducir la jornada laboral a unas 25 horas semanales puede ser una herramienta poderosa para cuidar la salud mental, preservar las habilidades cognitivas con el paso del tiempo y generar un entorno laboral más eficiente, humano y sustentable.
¿Será hora de repensar la manera en la que trabajamos?
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